jueves, 8 de octubre de 2015

lunes, 21 de septiembre de 2015

sábado, 19 de septiembre de 2015

Gramatica griega 2 bach completa

Estoy leyendo "griego_1" en Scribd. Lee más: https://www.scribd.com/doc/41571361

2 de bacillerato griwgo aqui podéis continuar

2 de bachillerato

martes, 7 de mayo de 2013

Ejercicios de Relativo by andresignacio3

oraciones de relativo by Salamanca

jueves, 23 de febrero de 2012

ejercicios para 4º de ESO

Am Ant

ejercicios para 4º de ESO

Am Ant

sábado, 4 de febrero de 2012

Bienvenidos al Blog del Mundo grecolatino. Os anunciamos que el Isaac Albeniz y sus alumnos de 4º de ESO vemos el 20 de febrero lunes:

Resumen de Casina



El anciano Lisídamo, un respetable senador romano cuyos días transcurren apaciblemente en el foro,
siente de pronto en su cuerpo un tardío rejuvenecer primaveral y busca apagar el fuego de su amor
en la fuente de su adolescente esclava Cásina.
Debido a la férrea vigilancia de su esposa Cleóstrata, que reserva a Cásina para nuera del viejo matrimonio,
Lisídamo se ve en la necesidad de recurrir a su esclavo-granjero Olimpio para que “se case con Cásina
y se la lleve a la granja”..., después irá él para “llevársela al huerto”...
...Pero Cleóstrata descubrirá los planes de su marido y organizará un sutil contrataataque

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Paseo por el Madrid mitológico del Paseo del Prado


4º Cultura Clásica
Este es el powerpoint visto en clase para que lo resumáis

jueves, 19 de mayo de 2011

I de bach aquí tenéis teoría para los participios y los infinitivos
No Person Ales 2

sábado, 26 de marzo de 2011

Aquí va la-Odisea de Homero
Argumentoeneida Aquí tenéis el argumento de la Eneida de Virgilio

viernes, 21 de enero de 2011

La comedia "Mercator" de Plauto

¡¡"Chicos" el día 21 de febrero la vemos!!!

Mercator. El mercader.

Tiene su origen en la comedia Émporos de Filemón, que quizá Plauto se limitó a traducir. Narra las vanas intrigas de los dos viejos frente al mundo de los jóvenes).
Lugar de la acción: Rodas

Personajes:

  • Carino Joven enamoradizo

  • Eutico Amigo de Carino e hijo de Lisímaco

  • Demifón Padre de Carino

  • Doripa Esposa de Lisímaco

  • Acantión Esclavo de Carino

  • Sira Esclava de Doripa

  • Lisímaco Amigo de Demifón

  • Pasicompsa Cortesana en disputa
Carino ha traído a Pasicompsa como amante en el barco pero su esclavo dice que como esclava de la madre de su amo. Al encontrársela el padre de Carino, se enamora perdidamente y pretende disuadir a su hijo para apropiársela haciendo que la compre su amigo Lisímaco, que la aloja en su propia casa aprovechando que su mujer, Doripa, se encuentra en el campo, pero vuelve inesperadamente y le organiza una trifulca . Carino, desesperado, está a punto de expatriarse dispuesto a buscar a su amante, pero Eutico, el hijo de Lisímaco, le cuenta la reyerta conyugal y que Pasicompsa está en casa. La hace volver con Carino, reprochando al padre libertino su comportamiento.

domingo, 14 de noviembre de 2010

este es el lugar de la excursión de mayo de 2011 que el departamento de latín y griego está organizando

Para los interesados del Felipe Trigo y para los que van de excursión con el departamento de latín y griego aquí hay un antecedente a modo de GPS de adonde vamos


View Larger Map

viernes, 24 de septiembre de 2010

lunes, 1 de marzo de 2010

Alumnos de I de Bachillerato del Ies Alfonso Moreno y del Ies Martín Gaite aquí tenéis fotos de la excursión una de ellas otra otra más del año pasado. Saludos
Para los alumnos de I de Bachillerato del Ies Alfonso Moreno y el Ies Martín Gaite: aquí tenéis vídeos de lo que vais a ver en la excursión: el primero, el segundo, el tercero

miércoles, 17 de febrero de 2010

Super video sobre las siete maravillas del Mundo Antiguo, imprescindible

Ejemplo que podría ilustrarnos el bíblico modo de convivencia de varios pueblos, ya dada en la antigüedad mesopotámica. Una multiculturalidad que los sumerios, acadios y babilónicos practicaban y que hemos olvidado con el paso del tiempo


miércoles, 10 de febrero de 2010

Aquí tenéis teoría de Historia de II de Bachillerato
¡¡¡CHAVALES !!!AQUÍ TENÉIS UNA PRESENTACIÓN INTERESANTE PARA QUE SEPÁIS QUE ES, ESA MAL LLAMADA LENGUA MUERTA, EL LATÍN


martes, 15 de diciembre de 2009

EL DÍA QUE CLEOPATRA RIDICULIZÓ A MARCO ANTONIO

Marco Antonio, comandante en jefe de Julio César, persiguió a los culpables de la muerte de éste y, además, supo ganarse al pueblo de Roma, lo que le permitió, junto a Octavio y Lépido, formar parte del Segundo Triunvirato en 43 a.C. Aún así, había todavía muchos partidarios de la República y se desencadenó una guerra civil contra los partidarios del Triunvirato. Marco Antonio solicitó la ayuda de la reina Cleopatra, amante de Julio César, para que acudiera con sus naves a Tarso (Turquía). Cleopatra, en un principio, no quiso inmiscuirse en un conflicto entre romanos pero finalmente accedió a reunirse con Marco Antonio… el encuentro duró cuatro días y de allí salió una alianza política y el amor a primera vista. Marco Antonio se marchó a Alejandría con Cleopatra y allí pasaron el invierno rodeados de lujo y disfrutando de días de vino y rosas.

Cleopatra y Marco Antonio

Aunque a Cleopatra todos le pongamos la cara de Liz Taylor, según las palabras de Plutarco eran otras sus cualidades:

Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje; Platón reconoce cuatro tipos de halagos, pero ella tenía mil.

Y si le añadimos una pizca de fuerte carácter, tenemos una mujer que no se dejaba amilanar ni doblegar. Prueba de ello es la anécdota que cuenta Plutarco en Vida de Marco Antonio. Ante estas cualidades Marco Antonio siempre intentaba impresionar a Cleopatra… Un buen día, estaba pescando en el Nilo pero estaba quedando en evidencia frente a Cleopatra porque no conseguía ninguna captura y, al igual que Franco cazando perdices y pescando salmones, ordenó a un esclavo que se metiese al río y pusiera en el anzuelo peces ya capturados. La mañana fue muy productiva y Marco Antonio quedó como un gran pescador.

A los pocos días Cleopatra invitó a varios miembros de las familias más poderosas de Egipto para que acudiesen como espectadores a un día de pesca con Marco Antonio. Esta vez fue Cleopatra quien ordenó a un esclavo repetir la operación. Cuando Marco Antonio sacó un enorme pescado lo enseñó orgulloso a todos los presentes… para sorpresa del romano todos comenzaron a reír. Marco Antonio no entendía nada… lo que él no sabía era que aquella captura era de mar.

Cleopatra se había dado cuenta del engaño de Marco Antonio y quiso darle un escarmiento por intentar engañar a la reina.

Fuente: Gabinete de Curiosidades Romanas

PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS, ¿INVENTO ROMANO?

La píldora del día después es un anticonceptivo de emergencia femenino que se utiliza para prevenir los embarazos no deseados. Debe tomarse en un plazo máximo de 72 horas tras el coito de riesgo y tiene una eficacia superior al 90% en las primeras 24 horas después de la relación sexual. Con el paso del tiempo, esta efectividad comienza a reducirse. Y aunque ha sido en el siglo XXI cuando se ha comercializado, mal haríamos en pensar que somos los pioneros.

El silfio, era una planta silvestre que sólo crecía en las inmediaciones de la ciudad griega deCirene, en la zona mediterránea de la actual Libia. Esta planta era tan cotizada que hasta la moneda de la ciudad reproducía su imagen.

Según Plinio el Viejo, la planta era silvestre e imposible de cultivar, con fuertes y abundantes raíces y tallo similar al de la asafétida y de grosor parecido. El nombre latino de la planta eralaserpicium, de ella se extraía el laser, que era la resina aromática que exudaba la planta y que tenía propiedades medicinales y culinarias. Pero de entre todos los usos que tuvo el silfio, el que hoy nos ocupa, era el de método anticonceptivo, similar a nuestra “píldora del día después“, o como un abortivo, por sus propiedades estrogénicas. Y para rizar el rizo, estudios modernos con plantas estrechamente relacionadas con la asafétida muestran una tasa de éxito de casi el 100% de eficacia cuando se administran en el plazo de tres días tras el apareamiento… de ratas.

La sobreexplotación, la pequeña franja costera donde crecía y la imposibilidad de cultivarla llevaron a su extinción en el siglo I.

Un único tallo enviado a Nerón es todo lo que ha sido hallado (en Cirenaica) en la memoria de nuestra generación (…) desde entonces no ha sido importado otro laser que aquel de Persia, Media y Armenia, donde crece en abundancia aunque muy inferior al de Cirenaica y además es adulterado con goma, sacopenio o alubias molidas… (Naturalis Historia – Plinio el Viejo)

Fuentes: ABC, Yale University, The Straight Dope

COMER FUERA DE CASA

Parece algo indisoluble a nuestra cultura mediterránea. Como tantas otras cosas, les debemos nuestra irrefrenable afición a la vida social con una copa en la mano a nuestros ancestros greco-romanos. Fueron ellos quienes trajeron a Hispania su costumbre de tomarse un trago de vino con algo sólido para acompañarlo antes o después de hacer sus trabajos, ocios o negocios. Artífices del desarrollo urbano en la vieja Iberia, transformaron nuestras viejas ciudades encaramadas en cerros, incómodas y estrechas, por unas nuevas más amplias, diseñadas siguiendo una cuadrícula lógica, en las que se podía localizar con cierta facilidad los edificios públicos y establecimientos privados más demandados.

Por esa necesidad pragmática de aprovechar el tiempo entre gestión y gestión, aunada a la austeridad general de la ciudadanía en temas gastronómicos (muy lejos de la glotonería con que demonizó la Iglesia a la alta sociedad romana), se crearon en los nuevos municipios y colonias establecimientos de comida y bebida rápida que aplacaban el apetito de camino a realizar un sacrificio en el Foro, un baño en las termas o una reunión de negocios la Basílica. La compleja hostelería de una antigua ciudad romana tenía diversas ofertas:

La Caupona era una tienda de bebida rápida y comidas frías ya preparadas – generalmente vino, chacinas, quesos o encurtidos – que podías tomar o llevar. No había bancos ni mesas, sino una barra al exterior en la que los clientes por un as podían templarse con una copa de vino y algo que roer.

Caupona

Caupona

Un poco más grande era el Thermopolium. Además de una amplia barra de mármol interior en forma de ele con varios dolia (recipientes hondos de barro) incrustados en ella para mantener ciertos guisos, bebidas o “tapas” a la temperatura óptima, tenía taburetes y mesas dentro o fuera del local y esclavos para atenderlas. En estos negocios podías comer algo de caliente y beberte una buena jarra de vino templado por menos de un sestercio. Aunque generalmente modestos, los hubo bastante grandes, decorados con frescos y con capacidad para más de cincuenta comensales. La plebe comía sentada a la mesa, como nosotros. Sólo los ciudadanos pertenecientes a las clases pudientes comían recostados en los banquetes de las diversas festividades que jalonaban el calendario.

Como ambos tipos de “restaurantes” estaban integrados dentro del tejido comercial urbano de las antiguas ciudades, tenían la misma denominación que el resto de tiendas, tabernae; Es el único negocio cuyo nombre ha perdurado más de dos mil años… Con el tiempo, este tipo de pequeños negocios de comida rápida, también conocidos genéricamente como popinae, ampliaron sus servicios permitiendo que, por un módico precio, los clientes pudiesen dormir en pequeños cubículos e incluso satisfacer otros apetitos con los esclavos del local, entrando en plena competencia con los lupanares (que ya veremos en detalle en una nueva entrega de esta serie)

domustaberna

domustaberna

Por último, un viajero que acudía a la ciudad desde lejos para realizar sus negocios, ritos o gestiones podía comer y dormir en otros establecimientos más grandes y más cómodos.Stabula se llamaba el establo con cubículos en el piso superior y un gran comedor, siendo elHospitia una especie de hostal sin cuadras con varios dormitorios. Las grandes vías de comunicación, como la Vía Augusta, contaban con una red de Mansio (probablemente procede de la forma verbal latina manere, “Lugar donde pasar la noche durante un viaje”), un auténtico hotel de hoy en día para soldados y comerciantes de paso. Las prestaciones que brindaba al viajero eran equivalentes a una estación de servicio actual (mutatio) Estaban dotadas de cuadras, repuestos para los carros y veterinario, un espacio termal, habitaciones y un gran salón comedor. En su inicio, estos establecimientos estaban controlados por el ejército, siendo regidos por un oficial denominado mansionarius. Había una cada jornada natural de treinta mille passuum (unos cuarenta y cinco kilómetros)

No hemos cambiado mucho estos últimos dos mil años; Seguimos disfrutando quedando con algún amigo antes o después de alguna gestión en el centro y tomarnos unos tacos de sepia plancha untados con aceite, ajo y perejil picado, unas lonchas de jamón turboleta o unas aceitunas partidas en ajedrea remojadas con un buen trago de vino de Lauro… eso sí, en buena compañía, si los dioses nos lo permiten.

LA MOVIDA ROMANA

En septiembre del 46 a.C., las legiones romanas desfilaron por Roma para celebrar y festejar el triunfo de Julio César sobre el rebelde galo Vercingetorix. Al término de las celebraciones, Octavio y Lúculo, dos legionarios que habían luchado en las Galias junto a Julio César, se despedían para regresar a sus casas, pero en el último momento decidieron quedar el 17 de diciembre para celebrar juntos las Saturnales. Estas fiestas, en honor a Saturno, se prolongaban hasta el día 23 y se festejaba el fin de las labores agrícolas. La población se revolucionaba: el vino corría a raudales, la moral se relajaba y la frivolidad se extendía por Roma, el vino corría a raudales, se invertían los papeles entre amos y esclavos, todos los miembros de la familia recibiesen un regalo…

La casa de Octavio, una villa en el campo, distaba poco más de una jornada en carro de Roma siguiendo la vía Apia. Cuando llevaba media jornada de camino tuvo un problema con el eje del carro pero tuvo la suerte de encontrarse cerca de una mutatio donde se lo arreglaron mientras él se refrescaba y echaba un bocado. Emprendió el camino, sin más percances, hasta que comenzó a oscurecer y decidió hacer noche en la última mansio antes de llegar a Roma. Llevó el caballo a los establos y, tras un baño reparador y una ligera cena, se fue a dormir. A la mañana siguiente madrugó para llegar temprano a Roma y aprovechar el día de marcha con su amigo Lúculo que vivía en Roma. Cuando se encontraron, se saludaron efusivamente y prepararon el plan…

La mañana comenzó con una visita a la familia de Lúculo, y ya casi al mediodía, decidieron ir a las termas. Tras entrar al vestíbulo, y ser atendidos por los esclavos, pasaron al Caldarium (la piscina de agua caliente) donde se encontraron con otros compañeros de fatigas y charlaron animosamente compartiendo batallitas. Antes de pasar al Laconicum (la sauna), se refrescaron en la Patena (fuente de agua fría), y los esclavos les trajeron unas sandalias de madera para no quemarse los pies descalzos. Después de romper a sudar, pasaron al Frigidarium donde tomaron un baño de agua fría. Tras recibir un reparador masaje con aceite aromáticos salieron de las termas para dirigirse a comer.

Caldarium

Para comer decidieron ir a un Thermopolium que Lúculo frecuentaba. Tomaron asiento en una de las mesas y un esclavo les atendió ofreciéndoles varios guisos calientes que tenían en diferentes dolias (recipientes hondos de barro) en la barra. Octavio optó por una morena aderezada con liquamen, el mejor garum de Hispania, y Lúculo cochinillo asado con aceite de oliva y pimienta. Lógicamente, regado con unas jarras de vino templado.

Thermopolium

Desde allí salen hacia el Ludus Maximus, el Circo de Roma, un impresionante recinto de 600m de pista por 200m de ancho y que podía albergar a 150.000 espectadores. Tras varias carreras de bigas y trigas, carros de dos y tres caballos, llegó la guinda del pastel… la carrera de cuadrigas. Por amistad con Lúculo, Octavio animaba a los verdes por los que corría el lusitano Cayo Apuleyo Diocles, el mejor auriga de la historia. Tras varias vueltas de tanteo, y algún que otro accidente, se giró el séptimo pez del septem oba (marcador) que indicaba la última vuelta. Apuleyo arreó a su caballos y se pudo a la altura del auriga de los azules, que iba en cabeza, y tras el último giro sobre la spina (muro central) tomó la cabeza y consiguió el triunfo.

Carrera de cuadrigas

Tras la alegría por el triunfo de Apuleyo, se fueron a una Caupona donde en la barra del exterior tomaron un tentempié, un poco de queso y vino, para coger fuerzas. Mientras disfrutaban de refrigerio y comentaban las carreras, se acercó una copae (prostituta que frecuenta este tipo de establecimientos) pero rechazaron sus servicios porque tenían otros planes… terminar la noche en un lupanar, del que le había hablado a Lúculo.

Indicador fálico

Como no sabían dónde estaba exactamente, preguntaron y les indicaron que se encontraba en las callejuelas detrás de Decumanus maximus (calle principal que va de este a oeste) pero que no tenía pérdida si seguían los falos grabados en piedra cuya punta indicaba la dirección a seguir. Por el camino varias prostibulae, las que ejercían sin la licentia Stupri, les asaltaron por el camino pero volvieron a rechazarlas. Al final, llegaron ante un edificio de dos plantas en cuyo vestíbulo fueron recibidos por un enorme fresco de un Príapo superdotado. Rápidamente salió a recibirlos el leno (propietario) y les mostró los habitáculos disponibles sobre los que en un fresco se indicaba la especialidad… Octavio se quedó con una felatora y Lúculo solicitó los servicios de Escila, la profesional que había perdido una competición contra Valeria Mesalina – la mujer del emperador Claudio – para ver quién se podía acostar con más hombres en un solo día. El resto de la historia quedará en la intimidad.

GUÍA PARA TURISTAS EN ROMA

Hace unos años, antes de emprender un viaje al extranjero, era casi una normal habitual la compra de una guía de viajes del destino en cuestión que, además, incluía algunas frases o expresiones útiles para desenvolverse en lugares de habla no hispana. Hoy en día, estas guías van quedando relegadas en favor de internet o de aplicaciones de los smartphones, pero si alguna vez tenéis la suerte de poder viajar hasta la Antigua Roma, vía teletransportación en el tiempo, seguro que esta guía os será muy útil.

Si tienes la suerte de entablar amistad – o lo que sea – con una bella romana.
Nomen mihi est Javier. Salve! – ¡Hola! Me llamo Javier
Magna cum voluptate – Con mucho gusto
Estne pugio in tunica, an tibi libet me videre? – ¿Tienes una daga en tu túnica o es que te alegras de verme?
Noli me vocare, ego te vocabo – No me llames, yo te llamo a ti
Hora et triginta minuta in mora es – Llegas una hora y media tarde
Lapsus linguae erat – Ha sido un error
Noli me tangere – Quítame las manos de encima
Volo, non valeo – Me encantaría, pero no puedo
Sirem improba – Maldita tentadora
Spero nos familiares – Espero que aún podamos ser amigos.
Vade retro! – ¡Vete!
Haec omnia? – ¿Eso es todo?
Nocte quater – Cuatro veces por noche
Ursus perpauli cerebri sum – Soy un oso con muy poco cerebro
In flagrante delicto – Con las manos en la masa
Fabricare diem – Alégrame el día
Re vera, cara mea, mihi nihil refert – Francamente querida, eso no me importa
Anguis es – Eres una serpiente

Por las calles de Roma
Quo vadis? – ¿Dónde vas?
Mihi ignosce – Perdone
Ubi sum? – ¿Dónde estoy?
Auxilium mihi, si placet? – ¿Puede ayudarme, por favor?
Noli me necare, cape omnem pecuniam meam – No me mate, aquí tiene todo mi dinero
Pace tua – Con su permiso
Manus manum lavat – Le ayudo si usted me ayuda a mi
Yankee ite domum – Yankis, ¡fuera!(Yankee, go home)
Quod in abysso dices? – ¿Qué puñetas dices?
Necios quid dicas – No sé de qué me habla
Estne juxtim caupona/mansio? – ¿Hay un bar/hotel por aquí?
Cave canem – Cuidado con el perro
Vade in pace – Vaya en paz
Utinam tuus currus deleatur! – ¡Ojalá tengas un accidente de carro!
Pedicabo te! – ¡Que te den!

Comprar en un mercado..
Pecuniam mihi monstra – Enséñeme el dinero
Quantum est? – ¿Cuánto cuesta?
Hoc est nimis! – Es muy caro
Pecuniam mihi redde – Devuélvame mi dinero
Hoc affer tecum – Lléveselo
In hac tunica obesa videbor? – ¿Me hace gorda esta túnica?
Pistrix rapax – Tiburón avaricioso
Vinum/fermentum bellum iucundumque est – No está mal este vino/cerveza

Cuando volváis a casa… Domus propia domus optima (hogar dulce hogar) y Deliranti isti Romani (están locos estos romanos). Y si aprovechando vuestro viaje de vuelta en la máquina del tiempo os acompaña algún ciudadano de la Antigua Roma, podéis ayudarle a integrarse echando mano del diccionario para la traducción de los términos actuales, Lexicorum Vocabolarum quae difficilius latine redditur, escrito por el cardenal Bacci en 1963…

salivaria gummis (goma de mascar), vinolentiam propensio (alcoholismo), lucis horror (fotofobia), fulminea verticularum occlusio (cremallera), curatio per chimica medicamenta (quimioretapia), stomachi ac tenuis crassisque intestini inflammatio (gastroenteritis), absurda symphonia (jazz), homo machina (robot), inflatio venarum ani (hemorroides), follius pedunque ludus (fútbol), rotula moderatrix (volante), medicus ocularis (oftalmólogo), arium, narium gutturisque medicus (otorrinolaringólogo), nicotianum fumun sugere (prohibido fumar), latrina defluente aquae profluvio instructa (retretre)

Fuentes: Guía de la Roma Antigua – Georges Hacquard, La Antigua Roma por cinco denarios al día – Philip Matyszak

LO QUE ROMA SE LLEVÓ...

Lo que se inició a finales del siglo III a. C. como una invasión estratégica para cortar las líneas de abastecimiento cartaginesas que sostenían la invasión de Roma por Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica, pronto pasó a ser una labor de conquista que en unos doce años había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la Península. Sin embargo, Roma aún tardaría dos siglos en dominar la totalidad de la Península Ibérica, debido principalmente a la fuerte resistencia que los celtíberos, lusitanos, astures, cántabros… ofrecieron a los romanos. Algo debía tener nuestra Hispania por lo que mereció la pena luchar dos siglos… el garum, el aceite, las puellae gaditanae (muchachas bailarinas y cantoras de Gades que obtuvieron una gran fama en aquella época, fama que llegó hasta Roma)… y el jamón serrano.

Los romanos ya eran consumidores de jamón, el llamado prosciutto. Catón el Censor (234-149 aC) escribió el primer documento sobre la conservación de jamones de cerdo: se dejaban unos días en salazón, después se les untaba con aceite de oliva y se colgaban a secar. Menciona que pernae (jamón) y petasones (patas delanteras) se produjeron en la llanura emiliana – era y es famoso el de Parma – como provisiones para el ejército así como para banquetes en Roma. También sabemos que, después de su victoria sobre los romanos en Trebbia en el 217 aC, Aníbal entró en Parma y confiscó a los habitantes como botín de guerra los jamones almacenados en barriles de madera. Un siglo más tarde en su De re rustica el historiador Varrón (116-27 aC) y el geógrafo Estrabón (63 aC-24 dC), confirman la fama del prosciutto de Parma.

Antes de la llegada de los romanos, los pueblos prerromanos ya se deleitaban con los manjares que generosamente les regalaban los cerdos: chacinas, embutidos… y, sobre todo, jamones – en la antigua Tarraco se encontró un fósil de jamón con más de 2.000 años -. Si los romanos ya conocían el jamón, para qué querían los nuestros… por su calidad y su sabor más intenso.

Estrabón en su Geographica menciona la gran calidad de los jamones cántabros y cerretanos, ya que los cerdos eran alimentados de bellota, y los compara con los ceretanos pirenaicos, cuyos perniles fueron muy codiciados después de la Pax Romana.

Marcial en un epigrama:

Del país de los cerretanos o de los manapianos (pueblo celta del área del Rhin) traedme un jamón, y los golosos que se ahíten de filetes.

Pero el jamón hispano no se lo podía permitir cualquiera, se convirtió en un artículo de lujo. De hecho, en el Edicto de Precios Máximos o Edicto de Diocleciano del 301 se fijaba un precio de 20 denarios para una libra (326 gramos) de jamón cerritano. Para hacernos una idea de su precio, los 20 denarios era el sueldo diario de un arriero o un campesino. Tal fama llegó a adquirir que incluso se acuñaron monedas temáticas

TIGRANES UN DURO PARA ROMA

Nuestro archienemigo de hoy es un secundario de la Historia del Oriente romano. Otros personajes más importantes o influyentes de su entorno le mermaron protagonismo. Tigranes II (Tigran Mets en armenio oriental, Dikram Metz) fue rey de Armenia desde el 95 al 55 a.C. No hay consenso en dictaminar si su padre fue Tigranes I o Artavasdes I.

Tigranes II

Tigranes fue el rey más destacado de la dinastía artáxida, fundada por el rey Artaxias en el 189 a.C. cuando, tras la batalla de Magnesia, Roma derrotó a Antíoco (archienemigo que ya vimos) y Armenia quedó libre del yugo seleúcida. Pasó su infancia como rehén deMitrídates II de Partia. Cuando su padre murió, Tigranes le compró su libertad al rey parto por setenta valles en Media Atropatene (hoy el Azerbaiyán iraní) Tenía por entonces cuarenta años.

Su primera disposición como rey de Armenia fue eliminar el poder nobiliario en los llamadosnakharar, valles entre montañas, así como a cuantos pretendientes pudiesen estorbar su carrera. Mientras el reino se hacía más sólido, su nación vecina estaba en condiciones de desafiar a la mismísima Roma. Para afianzar lazos con el reino del Ponto, Tigranes contrajo matrimonio con Cleopatra, hija de Mitrídates VI Eupator, uno de los más declarados enemigos de Roma en toda su Historia.

El pacto con Mitrídates dejaba rienda suelta a su suegro en los asuntos de Asia, contando con su apoyo para expansionar Armenia hacia Siria y Partia. Cuando se desencadenó la Primera Guerra Mitridática con la invasión de Bititnia, Tigranes apoyó a su suegro, pero no se involucró (fue sobre estas fechas cuando, por decreto de Mitrídates, se produjo la gran matanza de ciudadanos romanos en toda Asia que originó la respuesta contundente de Roma: el envío de Lucio Cornelio Sila y sus legiones)

Con su suegro campando a sus anchas por toda Asia, en el 88 a.C. Tigranes vio la oportunidad de vengarse de Partia, descabezada tras la muerte del rey y una violenta incursión de los escitas (jinetes iranios). La facilidad con la que llevó a cabo la campaña parta le dio alas para culminar su proyecto expansionista e invadir Siria. El pretexto fue la disputa sucesoria de los seleúcidas. Una de las facciones solicitó de la mediación armenia y los ejércitos de Tigranes llegaron hasta Judea. Aquel fue su momento de mayor expansión, desde el Jordán al Éufrates, y del Caspio al Mediterráneo, el reino de Armenia se había convertido en estado de referencia en Oriente.

Durante los años siguientes, Tigranes se dedicó a afianzar su poder sobre tan vastos territorios, levantó una nueva capital para su reino, Tigranocerta, y la pobló con armenios y otros pueblos deportados. Como contrapunto a tanta bonanza, las cosas no le marchaban tan bien a su suegro Mitrídates del Ponto. Nicomedes de Bitinia había recuperado su reino con ayuda de Roma, creando unos lazos tan fuertes con sus protectores que en su testamento hizo entrega del reino a la República. Las malas lenguas hablaban de una tórrida relación amorosa entre el rey Nicomedes y el enviado de Roma, un tal Cayo Julio César. Los detractores de éste último le llamaban “La Reina de Bitinia” y sus soldados canturreaban “César sometió la Galia y Nicomedes sometió a César”. El caso es que, desde que Sila forzase a Mitrídates a firma un armisticio en el 85 a.C., las cosas le habían ido de mal en peor al león del Ponto.

En el 74 a.C. estalló la Tercera Guerra Mitridática. Tras una sucesión de operaciones en el Ponto orquestadas por el cónsul Lucio Licinio Lúculo, Mitrídates huyó de su reino y buscó refugio en la corte de su yerno. Tigranes se sentía fuerte, imbatible después de las victoriosas campañas de Partia y Siria. Lúculo pidió formalmente la entrega de Mitrídates, pero el armenio rehusó la propuesta romana. Este hecho propició la batalla de Tigranocerta

Armenian Empire of Tigranes

El 6 de Octubre del 69 a.C. las legiones de Lúculo llegaron ante los muros de la capital armenia después de neutralizar un ataque sorpresa liderado por Mithrobarzanes, uno de los generales armenios de mayor confianza. Ante semejante fracaso, y temeroso de que Lúculo asediase la ciudad, Tigranes sacó a todo su enorme ejército y lo dispuso en orden de batalla en una colina de la ribera sur del río, al suroeste de la ciudad. Al saber de la escasez de tropas del romano, se le atribuye este comentario burlesco: “son demasiado escasos para un ejército, pero demasiados para una embajada

La línea de batalla estaba configurada en tres grandes bloques dirigidos por el mismo Tigranes en el centro al frente de los catafractos (caballería pesada al estilo persa) y dos reyes vasallos sus flancos.

Lúculo, con dos legiones y dos mil auxiliares frente a unas fuerzas que quizá superasen los doscientos mil hombres, desoyendo a sus tribunos que le aconsejaban no combatir, movilizó a la infantería ligera, vadeó el río y envió a los jinetes auxiliares galos y tracios a distraer a los flancos. La masa informe de ejército armenio se vio incapaz de reaccionar ante la doble carga lateral de la caballería romana secundada por el avance de las cohortes comandadas por Lúculo hacia el centro. Los catafractos huyeron, la poco consistente línea armenia se quebró por varios puntos y se desató una matanza que los historiadores romanos seguro que magnificaron.

Plutarco comentó que Lúculo, al ganar la colina, exclamó “El día es nuestro, el día es nuestro, mis compañeros soldados”. Probablemente el recuento de bajas sea fruto de la propaganda romana, pero, según Plutarco, Lúculo perdió aquel día cinco hombres y tuvo cien heridos, frente a más de cien mil armenios muertos o cautivos.
Ante la ausencia del rey, desaparecido tras la batalla, los guardias abrieron las puertas de la ciudad y Lúculo añadió un suculento botín a su gran victoria. Tigranes envió seis mil jinetes a su ciudad para intentar salvar cuanto pudo de las garras de los romanos. Lúculo no supo aprovechar el éxito. Su gran victoria solo maquillaba la realidad: Mitrídates y Tigranes habían huido y pronto estarían en condiciones de volver a luchar, como así fue sólo un año después en la batalla de Artaxata, antigua capital en el corazón de las montañas armenias. Fue una victoria pírrica para el romano, pues sufrió tantas bajas y generó tanto descontento entre los suyos que las tropas se le amotinaron hasta tres veces. El senado tuvo que enviar a su mejor hombre, Pompeyo el Grande, para que le sustituyese y acabase con las hostilidades.

Cuando Pompeyo llegó a Armenia en el 66 a.C., Tigranes ya contaba con setenta y cinco años (longevidad extrema cuando la esperanza de vida rondaba los cuarenta) Quizá su avanzada edad, o la cordura que ella imprime, le hicieron pactar con el romano. Seis mil talentos de plata y la entrega de su hijo como rehén fueron el precio de su libertad; continuó gobernando Armenia como amigo y aliado del pueblo de Roma, título honorífico que ostentó hasta su muerte el 55 a.C.

SAPOR I, EL ENEMIGO PERSA

Decimoséptima entrega de “Archienemigos de Roma“. Colaboración de Gabriel Castelló.

Nuestro archienemigo de hoy es uno de los déspotas asiáticos que fueron deliberadamente ninguneados por las fuentes clásicas. Su padre fue quien gestó un nuevo Imperio que, bajo su férrea mano, consiguió desplazar a los partos y hacer tambalear a la mismísima Roma. Durante su mandato se produjeron tres puntos de inflexión que marcarían el devenir del Imperio Romano.

Sapor nació en el 215 de nuestra era y fue el primogénito del rey Ardhasir I, concebido, según algunas leyendas, por una princesa arsácida. Prácticamente, desde el desastre de Marco Licinio Craso en Carrhae (llanura de Harrán, Turquía) en el 53 a.C. frente a los partos, la frontera oriental se había mantenido estable. Fue Ardhasir quien borró de la Historia a los jinetes que humillaron a la República durante años, sustituyendo su control irregular del territorio por una forma de gobierno despótico similar a la tradición aqueménida. Por lo tanto, su deseo de expansión y de consolidación nacional tenía un claro obstáculo: Roma.

Sapor

Las campañas de Ardhasir contra Roma fueron confusas y poco abordadas por los historiadores del momento, obteniendo algunas victorias y derrotas irrelevantes a nivel político y fronterizo. Fue durante esta guerra cuando Sapor sustituyó a su padre al frente de la corona persa. Timesiteo, antiguo preceptor, prefecto y suegro del emperador Gordiano III, desmanteló las ansias expansionistas del joven rey en el 243, viéndose obligado a abandonar los territorios de Mesopotamia que había ocupado.

Como era de esperar en tan convulsos tiempos, la fortaleza romana se desvanecía como las dunas del desierto según presionase tal o cual tribu en los limes de Europa. Timesiteo murió en extrañas circunstancias, al igual que su joven yerno, tomando la púrpura un pretoriano ambicioso conocido por Filipo el Árabe, que, a su vez, también murió tras la batalla que sostuvo con Decio, legado de las legiones de Danubio y encumbrado por sus hombres a la púrpura imperial. Los godos cruzaron el Danubio en el 251 y en el enfrentamiento entre las legiones y los bárbaros en el pantano de Abrito (Razgrad, Bulgaria) murió el emperador Decio. Era la primera vez que un regente romano caía en combate contra tribus bárbaras. Primer punto de inflexión.

Toda esta debilidad interna y externa dio alas a Sapor para retomar el plan expansionista que tuvo que abortar su padre. Por ello, siendo por entonces ya emperador Valeriano, inició una nueva campaña que asoló la provincia de Siria, llegando a saquear Antioquía, ciudad populosa y próspera, una de las tres grandes capitales del Imperio junto a Roma y Alejandría. Era la primera vez que una gran ciudad amurallada era asaltada por un ejército extranjero. Segundo punto de inflexión.

Armenia cayó bajo su control y el rey Tirídates II tuvo que refugiarse en Asia Menor. A pesar de tener el limes danubiano hecho trizas, Valeriano acudió a Oriente preocupado por la virulencia del nuevo rey persa (tengamos en cuenta que godos o sármatas eran “bárbaros” de segunda división frente a los persas, crueles y refinados según la sesgada visión griega)

Sociedad Persa

Valeriano recuperó Antioquia en el 257, pero una nueva incursión goda en Asia Menor le hizo suspender la campaña persa, que reanudó en el 259 marchando contra Sapor, quien, por entonces, se encontraba asediando la ciudad Siria de Edesa (sureste de Anatolia, Turquía). En una de las acciones más ignominiosas de la época, el emperador cayó en una trampa, quizá urdida por su prefecto Macrino, y fue hecho preso por los persas. Hay fuentes contradictorias sobre su destino final. Algunos historiadores narraron su muerte en Edesa, mientras que otros defendieron que Valeriano fue llevado a Persia como rehén de Sapor y un año después de su captura, se le hizo beber oro fundido y su piel despellejada se exhibió como trofeo en el gran templo de Gundev-Sapor, una nueva ciudad cerca de la antigua Susa. Las fuentes persas defienden esta segunda versión. Valeriano fue el primer emperador en caer prisionero de una nación bárbara. Tercer punto de inflexión.

Cuando todo parecía perdido para Roma, hizo aparición un aliado del que ya hablamos en su momento, Odenato de Palmira (el esposo de la futura reinaZenobia), recuperando el territorio perdido en Siria y Asia Menor e incluso capturando el serrallo del propio Sapor. La intervención de Odenato marcó el final de su expansión en el Oriente romano. Contentándose el rey persa con mantener la frontera en el desierto de Mesopotamia, dedicó el resto de su reinado a fortalecer el Este, consolidando un estado que perduraría cuatrocientos años, el Imperio Persa Sasánida.

Quizá uno de los cortesanos más apreciados por el rey persa fuese Mani, un visionario sincretista cuya doctrina, el maniqueísmo, caló hondo entre la población de Egipto, Siria, Palestina y Asia Menor. El propio rey y su primogénito fueron seguidores suyos, enfrentándose con ello a la casta de magos fieles al reformador Zoroastro y fieles al dios Ahura Mazda. Sapor se sentía heredero de la tradición aqueménida, hizo esculpirse en piedra junto a los grandes reyes persas montado a caballo mostrando a Valeriano postrado frente a él y sus inscripciones no dejaban dudas de su presunción y de su sentimiento de ser el Rey de Reyes, a pesar de que su reino se había reducido en tamaño en comparación al territorio que llegó a controlar su padre:

Adorador de Sapores, rey de los reyes arios y no arios, nieto del rey-dios Papak

Sapor y Valeriano


Casado con la princesa Gurdzad, su hijo Ormuz I, en aquel momento gobernador de Jorasán (actual noreste de Irán), heredó el trono cuando Sapor murió en el 272. Ormuz reinó un año y diez días, siendo sucedido por su hermano Bahram I, mazdeísta declarado y enemigo acérrimo del profeta Mani. Fue el instigador de su ejecución en el 276.

YUGURTA, EL CORRUPTO

Numidia era un reino satélite de la República romana a finales del siglo II a.C. Le debía a Roma su existencia después de que el príncipe de las tribus masilias y masesilias, el arrogante capitán de caballería Masinissa, se decantase por el bando romano durante la Segunda Guerra Púnica. Masinissa murió de extrema ancianidad en el 148 a.C. y le sucedió su hijoMicipsa. Éste continuó con la política de apoyo incondicional a la República romana, ayudando a Escipión Emiliano en la Tercera Guerra Púnica, la cual concluyó después de tres años de hostilidades con el asalto y la total destrucción de Cartago en el 146 a.C. Fue en este conflicto cuando su sobrino Yugurta, un joven muy popular y atrevido e hijo ilegítimo de su hermano Mastanabal - por entonces responsable de la justicia dentro del reino – entró al servicio de Escipión Emiliano y conoció desde dentro las glorias y miserias de la nación más poderosa de su tiempo.

Una vez resuelta la guerra en África, Yugurta acompañó a Escipión Emiliano a Hispania cuando el Senado le concedió el consulado, encomendándole terminar con la rebelión lusitana y el problema numantino. Sirviendo bajo las Águilas descubrió el punto débil de aquella imponente fuerza militar: la codicia. Yugurta aprendió mucho en Hispania, y no sólo el arte de la guerra; Pero no fue el único que lo hizo; junto a él sirvió un joven tribuno que prometía grandes hazañas, un tal Cayo Mario.

A la muerte de Micipsa (acaecida en el 118 a.C.), cumpliendo la voluntad del rey, el reino de Numidia quedó dividido entre los hijos del rey, Hiempsal y Aderbal, y su sobrino e hijo adoptivo. Yugurta, desaprensivo, taimado y cruel, no desperdició la oportunidad de eliminar a sus competidores. Se enfrentó rápidamente a Hiempsal, que fue asesinado, y después hizo lo mismo con Aderbal, el cual tuvo más suerte y pudo escapar a Roma, solicitando ayuda a la República para recuperar su trono.

El 116 a.C. una comisión del Senado viajó hasta Numidia para buscar una solución pactada al conflicto entre ambos herederos. Aquel pacto fue extremadamente ventajoso para Yugurta, quizá porque él, conocedor de la llave que abría las voluntades de los tribunos de la República, sobornó generosamente a los legados para que la Urbe le concediese las mejores tierras en el reparto. Aderbal no tuvo más que aceptar el arbitraje romano y conformarse con el desigual reparto del reino.

Pero la inmensa ambición de Yugurta no estaba aún satisfecha. En el 113 a.C. atacó las tierras de Aderbal, cercándole en su capital, Cirta (hoy Qustantïna, Argelia) Esta acción deliberada provocó que una nueva comisión del Senado navegase hasta las costas númidas y acudiese a Cirta para mediar en el conflicto. Yugurta también sobornó a los recién llegados, los cuales permitieron que entrase en la ciudad y ejecutase a Aderbal y a muchos de sus seguidores. Durante las represalias fueron asesinados numerosos ciudadanos romanos e itálicos afines al vencido, hecho que junto a las tremendas irregularidades en los tratados y las fundadas sospechas de soborno decantaron la declaración de guerra del Senado en el 111 a.C.

Roma envió a Numidia al cónsul Lucio Calpurnio Bestia. Después de algunos enfrentamientos irrelevantes, Yugurta se rindió ante las legiones romanas, pero de nuevo con unas condiciones extremadamente favorables para él. Bestia, sospechoso de haber aceptado otro suculento soborno, fue conminado a volver a Roma y dar explicaciones en el Senado. Allí reconoció que había aceptado un soborno del númida a favor de una paz deshonrosa. El Senado exigió la concurrencia de Yugurta en Roma para aclarar la situación. El rey númida viajó hasta la Urbe, sobornó de nuevo a dos de los tribunos que le custodiaban para que evitaran que testificase y por muy poco no consiguió articular el asesinato de su sobrinoMassiva, residente en Roma, leal al Senado y su posible sustituto como rey satélite. El Senado optó por expulsarlo de la República.

En el año 110 a.C. Roma envió a luchar contra Yugurta a Espurio Postumio Albino. Cuando éste tuvo que volver a Italia para poder presentarse a las elecciones consulares, Yugurta atacó a su hermano y legado, Aulo Postumio Albino, que fue fácilmente derrotado en la batalla de Suthul. Parece ser que el númida, de nuevo gracias a sus espléndidos sobornos, conocía de propios romanos el momento ideal para golpear a sus adversarios. Tras la derrota de Albino, Yugurta reclamó de nuevo que el Senado le concediese el título de regente plenipotenciario del reino de Numidia. Obviamente, el Senado lo desestimó.

Tras este descalabro bélico, en el 109 a.C. la República optó por enviar a Quinto Cecilio Metelo. Le acompañaban sus legados Publio Rutilio Rufo y Cayo Mario. Metelo, hombre serio e íntegro, acabó con la corrupción que se había adueñado de las tropas africanas, imponiendo una férrea disciplina entre las legiones. Derrotó a Yugurta en varios combates intranscendentes y obtuvo algunos éxitos como la toma de la ciudad de Vacca. Así transcurrió el año consular y los ánimos en el bando romano comenzaron de nuevo a crisparse. Mario se destacó como lo que fue, un militar ávido de acción y poder que no compartía la estrategia pasiva del aristócrata Metelo y que no escatimó en informar detalladamente al Senado de ello. Ambos se descalificaban públicamente en campaña, creando una situación muy complicada entre hombres y mandos. La tensión entre ambos hombres se hizo tan insostenible que Mario fue llamado a Roma. El Senado estaba cansado de Yugurta y de la guerra en Numidia y confió en la vehemencia de Mario para resolver el eterno conflicto africano. Fue nombrado cónsul en el 108 a.C. y enviado a África. Para no soliviantar a su antecesor Metelo, y a su poderosa clientela, el Senado le concedió el título honorífico de Numídico.

Mientras tanto, Yugurta se alió con su suegro, el rey Boco I de Mauretania (hoy Marruecos) El tal Boco, tan dado a la traición y el soborno como su yerno, negoció en secreto con Mario su entrega a cambio de concesiones territoriales. Mario siguió apretando a los númidas durante más de un año, pero sin vises de conseguir victorias claras y contundentes. Yugurta había aprendido en Hispania la técnica de guerra de guerrillas que había utilizado Viriato contra las legiones consulares – y que, poco tiempo después, rescataría Sertorio -, evitando a toda costa una batalla campal para la que no estaba preparado.

Pero su acertada táctica no le libró de una traición inesperada. Boco y Mario cerraron su pacto y Yugurta fue apresado en el 106 a.C. y conducido cargado de cadenas a Roma. Tras una ignominiosa exhibición pública fue ajusticiado en el Tullianum, (la prisión mamertita) en los oscuros calabozos del Foro.

Este conflicto destapó las miserias de la República romana. La corrupción, la poca ética y el arribismo de algunos de sus hombres más relevantes se mostraron ante el brillo del oro de Yugurta y la posibilidad de obtener gloria rápida en tierras extrañas. Además de estas generalidades – según Plutarco y Salustio – el fin de Yugurta supuso el inicio de las desavenencias entre dos hombres, un conflicto personal e irreconciliable que arrastraría a la República a una sangrienta guerra civil pocos años después. Parece ser que el cuestor deCayo Mario, un joven llamado Lucio Cornelio Sila – testigo de excepción de las intrigas y tejemanejes de presunta ilegalidad de su superior para desplazar a Metelo – jugó un papel fundamental en la captura de Yugurta; Por ello desfiló mostrando el anillo del númida en el Triunfo a pesar de que los galardones oficiales del Senado fuesen para Mario.

Para conocer las tretas entre Mario, Sila y Yugurta os recomiendo “El Primer Hombre de Roma” de la australiana Colleen McCollough

AMÍLCAR BARCA

Eclipsado por las gestas de su hijo Aníbal, genio militar sin parangón que tendrá cumplido espacio en esta sección, el fundador de la dinastí a de los Bárcidas (Barqí¤ significa “el rayo” en cananeo) merece ser tratado con dignidad. Se erigió como un gran rival de la República romana y fue el germen fí sico e ideológico de la contienda más larga y sanguinaria que padeció Roma durante toda su etapa republicana.

Amílcar Barca nació sobre el 270 a.C. en la ciudad de Cartago. Este aristócrata y general cartaginés ha pasado a la Historia más por ser el padre de Aní bal, Asdrúbal, Adonibal y Hanón que por sus logros militares, que fueron bastantes y sonados en su patria pero minimizados por los cronistas clásicos grecolatinos. Sus primeras operaciones militares narradas por los historiadores de la Antigüedad tuvieron lugar durante la Primera Guerra Púnica, la primera contienda que enfrentó a las dos repúblicas antagónicas del Mediterráneo Occidental. Amí lcar luchó con bravura en Sicilia, resultando invicto en los combates que sostuvo en Erice (íˆrici) y Drepana (Trapani) con las legiones romanas. Su táctica de guerra de guerrillas le permitió mantener una fuerte posición en la isla hasta que, tras el desastre naval de las égates, Cartago se vio obligada a firmar un deshonroso tratado de paz con Roma.

Corrí a el año 241 a.C. Amí lcar Barca negoció con el cónsul romano Cayo Lutacio Cátulola salida de las tropas de Cartago de la isla en unas condiciones aceptables. El aún gobernador cartaginés Giscón fue el encargado de organizar la retirada a África de los mercenarios, armados y en pequeños grupos, desde el puerto de Lylibeum (Marsala)

Cartago salió muy mal parada de la Primera Guerra Púnica. Al margen e las enormes pérdidas humanas y materiales (cerca de setecientos barcos y buena parte de sus tripulaciones) el Tratado de Lutacio contemplaba una indemnización a Roma de dos mil doscientos talentos, repartidos en diez años, más mil talentos inmediatos, perder todo derecho sobre Sicilia, sus archipiélagos adyacentes y todas las islas entre Italia y África además del retorno de los prisioneros de guerra sin pago de rescate. Estas humillantes condiciones vaciaron las arcas cartaginesas, ocasionando un mal aún peor que la derrota frente a Roma, la Guerra de los Mercenarios.

Fue en esta revuelta de los mercenarios en donde se distinguió el carisma de Amí lcar Barca. Cerca de veinte mil hombres (sin botí n, ni oficio, ni beneficio) se agruparon a las puertas de Cartago exigiéndole al Consejo de los Sufetes el pago de sus soldadas. Hannón ya les habí a advertido en Sicca (Al-Kaf), el lugar donde acamparon nada más llegar de Sicilia, que los pagos a Roma habí an vaciado las arcas de la ciudad y debí an rehusar a parte de sus soldadas. Cartago, temerosa de una sublevación en toda regla que empeorarí a su ya de por sí­ dramática situación, accedió a pagar y envió a Giscón, bien valorado por los mercenarios, con el tesoro de guerra. Fue demasiado tarde. Matho y Spendio, dos de los cabecillas de los mercenarios, soliviantaron al resto, atraparon al representante púnico y su tesoro y encendieron la chispa de la rebelión general contra Cartago de todas las ciudades dependientes de la vieja colonia tiria.

Ante los fracasos de Hannón para desmantelar la rebelión, el consejo dotó en el 240 a.C. aAmí lcar Barca con el mando supremo del ejército cartaginés, compuesto por diez mil hombres y setenta elefantes. Su primer logro fue romper el cerco de Cartago y íštica. Poco después tuvo lugar la batalla del Bagradas en donde el astuto cartaginés, conocedor del terreno y el curso del rí o mejor que sus oponentes, supo sorprender a los mercenarios deSpendio combinando su caballerí a y sus elefantes en un movimiento envolvente. Les infringió un duro revés: seis mil bajas y dos mil prisioneros.

Tres años más le llevó al Barca acabar con la insurrección de los mercenarios. El prí ncipe númida Naravas se alió con él. Amí lcar se comportó magnánimamente con los vencidos, incorporándolos a sus tropas. Pero no todo fue bonito. Cartago perdió durante la guerraCórsica y Sardinia (Córcega y Cerdeña) a favor de Roma a causa de la defección de las tropas que allí estaban acantonadas. Este hecho, permitido por el Senado romano, fue determinante en la única alternativa posible que tení a Cartago para recuperarse de los agravios sin soliviantar a su hostil vecina: Mirar hacia Occidente, a las inmensas tierras que conocí an en su lengua como Spania.

Fue por entonces, sobre el 236 a.C., justo antes de partir hacia la conquista de nuestra Iberia, cuando su hijo Aní bal tendrí a entre ocho y nueve años. El crí o querí a viajar junto a su padre y aquel, sobre el fuego sagrado de Baal, le hizo jurar odio eterno a Roma. Amí lcar no pudo verlo, pero su hijo cumplió con creces el juramento que hizo.

Durante ocho largos años Amí lcar Barca forjó en Iberia un imperio capaz de abastecer a Cartago de materias primas y nuevas huestes feroces y ávidas de botí n, los siempre belicosos guerreros í beros. La muerte le sorprendió en el 228 a.C. sofocando una revuelta. Parece ser que en el lance de una escaramuza en Helike (Elche de la Sierra o Elche, aún por decidir) fue herido y cayó al rí o (Thader o Alabus respectivamente) con tan mala fortuna que se ahogó. Fue un final trágico y accidental para el hombre que provocó la ira del mayor enemigo de Roma de todos los tiempos…

FILIPO V, EL GRAN ENEMIGO DE ROMA

Nuestro archienemigo de hoy fue uno de los últimos reyes helenísticos que se enfrentaron al incipiente poder de una república de pastores y labradores que se estaba convirtiendo inexorablemente en el estado hegemónico del Mediterráneo.

Filipo

Filipo V nació en el 238 a.C. Su padre fue Demetrio II, nieto del legendario Demetrio Poliorcetes, uno de los más destacados soberanos de la Macedonia antigónida. Cuando Filipo tenía sólo nueve años, su padre falleció, quedando como regente del reino su tío Antígono. A la temprana edad de diecisiete años, Filipo heredó el reino de su tío, convirtiéndose así en el monarca más joven de su época. Según las crónicas, era un hombre osado y apuesto, un guerrero de probada valentía durante las guerras en Grecia que llegó a ser comparado inevitablemente con el gran Alejandro.

Tras participar activamente en el conflicto de la Liga Helénica, sus aspiraciones hegemónicas le hicieron mirar hacia la vecina Roma y sus posesiones en Epiro e Iliria. La situación de ésta incitaba a ello. Aníbal campaba a sus anchas por una Italia devastada, contexto ideal para lanzar una serie de ofensivas orientadas a expandirse por el Adriático oriental sin excesiva resistencia. Se equivocó. Sus campañas en Iliria fueron infructuosas, perdiendo su flota en el intento, salvo por la toma de la ciudad de Lissus.

Ante tanto infortunio, Filipo creyó conveniente firmar un tratado de mutuo apoyo con el mayor enemigo de Roma de todos los tiempos, Aníbal Barca, quien, tras el desastre deCannae, era por entonces dueño y señor del sur de Italia. Este “eje del mal” para República romana no fue en la práctica tan letal como pretendían urdir sus promotores, pues la tenaza que ambos líderes pactaron fue neutralizada poco después cuando la Liga Etolia se declaró amiga de Roma, entrando en juego el insidioso rival de Filipo como paladín del mundo heleno, Atalo de Pérgamo.

La confusión que imperaba en el Mediterráneo oriental por aquellos tiempos hizo que tanto Filipo como los cónsules romanos de turno y sus aliados griegos buscasen una solución pactada al conflicto. Así concluyó la Primera Guerra Macedónica, más como una tregua que como una paz. La fijación de Roma sobre Cartago, dispuesta a resarcirse en territorio púnico de la afrenta de Cannae, hizo que su pacto con Antíoco III Megas no llamase en exceso la atención del Senado, siendo fructífero para las ambiciones de ambos soberanos al arrebatarle los dominios egipcios de Anatolia al inexperto Ptolomeo V.

Tras la aplastante victoria de Zama, batalla que marcó el final de la Segunda Guerra Púnica, el Senado de Roma alargó su sombra hacia Grecia. El pacto de Filipo con Antíoco, así como la solicitud de ayuda de Rodas y Pérgamo, aliados de Roma y enemigos de Antíoco, provocaron la declaración de la Segunda Guerra Macedónica en el 200 a.C.

Después de tres años de campañas sin éxitos contundentes por parte de nadie, las falanges macedonias y las legiones romanas comandas por el cónsul Tito Quincio Flaminino se encontraron en la sierra de Cinoscéfalos (Tesalia). Con fuerzas igualadas, salvo los veinte elefantes que llevaba Flaminino, ambas formaciones se enfrentaron con el saldo de cinco mil macedonios muertos y mil cautivos. Las tácticas de acoso y fuga al estilo ibero, sumada a la carga de elefantes que partió en dos la falange, supusieron a la postre la primera derrota de la, hasta la fecha, invencible y estática falange frente a una forma de luchar más ágil e igual de disciplinada, la legión romana.

La derrota de Cinoscéfalos supuso un duro revés para el impetuoso Filipo; además de desmantelar su flota y pagarle a Roma una indemnización de mil talentos de plata(extrapolando a importes actuales, sobre cinco millones de Euros), tuvo que entregar como rehén a su propio hijo Demetrio. Desde la arrolladora campaña de Falminino, Filipo se comportó como un aliado ejemplar para Roma, ayudándola contra Nabis de Esparta y su antiguo socio Antíoco III, acción que le valió la condonación de parte de la deuda y la devolución de su hijo.

La cooperación macedonia no fue suficiente para que muchos de los miembros más escépticos del Senado desistiesen en sus recelos sobre las veladas intenciones de Filipo. El rey dedicó sus esfuerzos a afianzar su poder en los Balcanes, acción que alteró al vecindario, en especial a Pérgamo. La intriga se adueñó de la corte macedonia. Perseo, segundo hijo de Filipo y celoso de su hermano mayor, instigó a su padre sobre las intenciones de Demetrio de pactar con Roma su abdicación para ser coronado él después como rey cliente de la República. Aquel infundio propagado por Perseo llevó a su hermano al cadalso en el 180 a.C.

Batalla de Pidna

La orden de ejecución de su propio hijo minó irremisiblemente la salud del rey, conocedor en sus últimos días de la verdad y de la injusta muerte de su primogénito. Filipo murió enAmphípolis un año después de aquellos terribles sucesos, quizá apenado por ser testigo y cómplice de la muerte de su hijo… y la de su reino. Perseo fue el último rey de macedonia. Poco tiempo después, el cónsul Lucio Emilio Paulo le derrotó en Pidna. Desfiló por las calles de Roma como parte del botín de la Tercera Guerra Macedónica y acabó sus días dos años después recluido en una villa de Alba Fucens. Así concluyó la estirpe de Antígono el tuerto, diádoco del gran Alejandro, y la independencia del reino del Sol de Vergina.


CICINATO, UN HUMILDE GRAN HOMBRE

Lucio Quincio Cincinato (519 a. C.-439 a. C.) fue un patricio, cónsul, general y posteriormente dictador durante un breve periodo de tiempo por orden del senado. Fue convertido en arquetipo por Catón el Viejo y otros republicanos romanos como un modelo de rectitud, honradez, integridad y otras virtudes romanas (frugalidad rústica y falta de ambición personal), virtudes que supo combinar con una capacidad estratégica militar y legislativa notables.

Era un patricio, contrario al tribunado y a toda ley escrita. Se había retirado disgustado a su finca negándose a intervenir en la política, debido a que su hijo Caeso había sido exiliado por usar un lenguaje violento contra los tribunos.

Fue llamado por el Senado, en el 460 a. C., en calidad de cónsul suffectus, a la muerte del cónsul en ejercicio, Publio Valerio Publícola, para mediar en un contencioso entre los tribunos y los plebeyos a propósito de la Ley Terentilia Arsa, tras lo cual regresó a su ocupación agrícola.

Dos años después, en 458 a. C., de nuevo fue llamado por el Senado, para salvar al ejército romano y a Roma de la invasión por los ecuos, y volscos, para lo cual le otorgó poderes absolutos y el nombramiento de dictador. Se cuenta que Cincinato estaba con las manos en el arado cuando se le hizo llegar el requerimiento. Tras conseguir la victoria sobre los invasores en dieciséis días rechazó todos los honores. los romanos se enzarzaron en una peligrosa guerra contra un pueblo vecino, los ecuos. Sobrevinieron malas noticias: uno de los cónsules era de una incompetencia militar increíble. Desesperados, los romanos solo vieron una solución: concentrar todos los poderes en manos de un solo hombre. Y eligieron a Cincinato (cabello ensortijado), un patricio que adquirió fama como cónsul por su valor y su talento político. Cuando los enviados del senado llegaron a la pequeña granja que Cincinato poseía al otro lado del Tíber para comunicarle el resultado de la votación, el antiguo cónsul estaba arando su campo. A la mañana siguiente se presento en el Foro con toga de dictador orla de púrpura y llamó a todos los romanos a todos los ciudadanos a las armas. Los encuadró en legiones y se puso al frente de las tropas. A medianoche, el ejercito romano llegaba al campo de los ecuos y, amparado por la oscuridad, rodeó al enemigo y erigió una empalizada a lo largo de sus líneas. Terminado casi el trabajo, Cincinato ordenó a los suyos que profirieran gritos de guerra. Los compatriotas cercados por el enemigo se animaron y lanzaronse al ataque; y con sus fortificaciones ya terminadas, el dictador los secundó. Los ecuos, cogidos entre dos fuegos, pidieron la paz. Cincinato les permitió marchar libres a condición de rendir las armas y entregar los jefes a los romanos. Cumplida su misión, el dictador se despojo de la toga orlada de púrpura, transcurridos apenas seis días, y aunque aún podía prolongar el poder durante seis meses, se reintegró a su arado. En adelante, Cincinato constituyó un símbolo del espíritu cívico de los romanos.


En 450 a. C. Cincinato fue candidato no seleccionado para el cargo de decenviro.1 En las controversias acerca de la ley para la apertura del consulado a los plebeyos, formó parte como defensor de medidas de apaciguamiento. (Liv., iv. 6.)

En 439 a. C., deja de nuevo su retiro por a llamada del cónsul Tito Quincio Capitolino Barbato, a la edad de ochenta años, fue nombrado por segunda vez dictador para oponerse a las supuestas maquinaciones de Espurio Melio,2 intentó en 439 un golpe de estado. Al menos, se le acusó de ello. Hombre riquísimo, al ser Roma afligida por el hambre pensó que podría apoderarse del mando gracias a su fortuna. La situación era tan desesperada que, según Tito Livio, había quienes se arrojaban al Tíber para acortar sus sufrimientos. Fue entonces cuando Melio compró mucho trigo a los etruscos y lo repartió entre el pueblo hambriento. Distribuyó trigo a la plebe, que le seguía por doquier seducida por los regalos, consiguiendo que le miraran y exaltaran sobrepujando toda medida decorosa para un particular; prometíanle formalmente el consulado por sus favores y promesas; él mismo, en fin (que hombre es insaciable con cuanto le ofrece la fortuna), aspiró a metas más elevadas y prohibidas Desde luego, Melio tenía intentiones ambiciosas e inconfesables y las autoridades pronto obtuvieron pruebas de su culpabilidad. Se supo que Melio almacenaba armas en su casa, que mantenía reuniones secretas, que forjaba planes para destruir la república y sobornaba a los tribunos del pueblo. La libertad de Roma estaba en peligro y amenazada, y juzgose que solo un dictador podía salvarla. Se eligió otra vez a Cincinato. Tenía entonces ochenta años, pero su vigor físico e intelectual estaba aun intacto. Envio a Servilio (jefe de la caballería, magister equitum) para comunicar a Melio que el dictador le llamaba. Melio comprendió que aquella citación era sospechosa y huyo pidiendo protección al pueblo. Pero Servilio le detuvo y le dio muerte. Después, relató los hechos a Cincinato y éste atájole: "Cayo Servilio, ¡Gracias por tu valor! ¡El Estado se ha salvado!"


Su ejemplo inspiró el nombre de la ciudad norteamericana de Cincinnati, en el estado de Ohio, nombre puesto en honor a la sociedad de los "cincinatos", la cual honraba a George Washington, quien era considerado por esta sociedad como un «Cincinato» de los días de larevolución americana.

CRASO EL ROMANO QUE SE ENAMORÓ DE UNA MORENA DE MAR

Los que han probado las angulas, mi bolsillo sólo me permite las de Aguinaga, dicen que es un manjar exquisito… que ya cataron y degustaron los romanos, aunque eran más de los padres de las angulas, las anguilas, y las morenas. Si dejamos a un lado el mal olor, poco tendría que envidiar un plato romano como la anguila o morena acompañada de garum ibérico al all i pebre de anguiles (anguilas con ajo y pimienta) de la Albufera de Valencia. En tiempos de Julio César se llegó a ofrecer un banquete para el pueblo de Roma con más de 6.000 morenas.

Murena

Según nos cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural (Naturalis Historia) hubo un cónsul romano, Lucio Licinio que adoptó el “apellido” de Murena (morena) por su afición a estos animales, incluso llegó a construir un vivero donde las criaba. Fue gobernador de la Galia Transalpina y poco antes de ser nombrado cónsul, 62 a.C., fue acusado de soborno y defendido, con acierto, por Cicerón y Marco Licinio Craso (después triunviro). Otro Craso, tío de Marco Licinio Craso, fue un caso particular en su devoción, y digo bien, por estas “serpientes de mar”:

Se cuentan cosas encantadoras de la murena del romano Craso que iba engalanada con pendientes que llevaban incrustadas piedras preciosas igual que una moza lozana; que, si la llamaba Craso, reconocía la voz, emergía a la superficie, y que, si le ofrecía, fuera lo que fuera, ella lo tomaba prontamente y lo comía con sumo apetito. Y ocurrió, según tengo oído, que cuando esta murena dejó este mundo, Craso lloró por ella y hasta la enterró. Y, cuando una vez Domicio le dijo: ‘¡Tonto que lloraste por una murena que se murió!’, él replicándole, le espetó lo siguiente: Yo lloré por un animalillo, tú, en cambio, que enterraste a tres esposas no has llorado por ellas”


Las mayores derrotas militares romanas



En su larga trayectoria guerrera, los romanos vivieron innumerables victorias, algunas de las cuales han pasado a la historia como ejemplos de la más grande habilidad militar. Vivieron también no pocas derrotas, algunas de las cuales supusieron una herida profunda e imborrable.

Sin embargo, en un ejercicio de autocrítica inimitable, los romanos fueron capaces de recuperarse de todas ellas, extraer conclusiones y mejorar sus planteamientos militares hasta convertirse en prácticamente invencibles.

En el post de hoy repaso brevemente 5 de las mayores derrotas sufridas por la República, período durante el cual se testeó y definió la maquinaria de guerra romana, y trato de extraer la lección que aprendieron en cada una de ellas.
  1. Batalla de Allia (387 aC): Esta es una de las más dolorosas de toda la historia romana, y viene a justificar el odio irracional que los romanos de épocas posteriores deparaban a todo celta o galo. Los senones, comendados por Breno, derrotaron a tan sólo 11 km de Roma a un ejército formado por ciudadanos latinos. Estos no sólo tuvieron que soportar cuantiosas pérdidas humanas, sino que su ciudad, carente de defensas, fue posteriormente saqueada. Conclusión: Los celtas pasan a ser considerados como un peligro, y Roma se cerciora de que la frontera con el enemigo, cuanto más lejos, mejor.
  2. Las Horcas Caudinas (321 aC): En este caso, la derrota tuvo consecuencias más simbólicas que no humanas. Los cónsules T. Veturio Calvino y Sulpicio Postumo condujeron erróneamente a sus tropas a través de un desfiladero donde les esperaban escondidos los samnitas. Derrota sin baño de sangre, pero que comportó la humillación de tener que pasar bajo el yugo. Roma tardaría tiempo en resarcirse anímicamente. Conclusión: En paralelo al proceso de tecnificación del ejército helenista del momento, del cual Filopemén será el máximo y último exponente, se evidencia la necesidad de tecnificar y formar a los mandos militares.
  3. Cannae (216 aC): Los cónsules Terencio Varrón y Emilio Paulo son derrotados por Aníbal Barca, en otro ejercicio de maestría táctica, que aún hoy se estudia en las academias militares. Según Polibio, murieron 70.000 soldados y 10.000 fueron capturados; Livio, Apiano y Plutarco limitan la cifra a "tan sólo" 50.000 bajas. En todo caso, esta fue sin lugar a dudas la derrota con más consecuencias en la historia de Roma: Por el número de bajas y por que obligó a la República a repensar toda su organización, estrategia y táctica militares. Sin Cannas, las legiones del Imperio hubieran sido probablemente muy diferentes... Conclusión: Como diría una famosa marca de neumáticos hoy en día, "la potencia sin control no sirve de nada"... lo de la legión entendida como un único bloque de escudos y soldados, basada en empujar y arrollar al enemigo queda fulminantemente abandonado... a partir de ahora, la flexibilidad y reactividad de los planteamientos tácticos pasarán a ser clave.
  4. Arausio (105 aC): Los Cimbrios y los Teutones resucitan el terror a una invasión gala (ver Batalla de Allia), al vencer al ejército de los cónsules CN. Malio Máximo y de Qu. Servilio Cepión en las cercanías del Ródano (la actual Provenza francesa). La principal consecuencia de esta derrota fue el auge de Cayo Mario como Primer Hombre de Roma, y que se constituyó en el auténtico reformador del ejército romano, introduciendo la profesionalización de la tropa. Conclusión: "Basta ya de amateurs!!", "ni un aristócrata inepto más metido a general de salón", "basta ya de soldados de fin de semana"... esto es lo que debía pensar Cayo Mario...
  5. Carrhae (53 aC): Hay quien sostiene que el fin de la República no comienza con el cruce del Rubicón por parte de César, sino con la muerte de Craso en la batalla de Carrhae, a manos de los partos. ¿Algunas consecuencias de esta derrota? Se perdieron las águilas de las legiones vencidas, y no se recuperaron hasta bastante más tarde, y fueron capturadas tropas que tras muchas vicisitudes llegaron a China, donde aún hoy viven descendientes suyos. Conclusiones: ¿Dónde estaba el límite de la expansión territorial romana? ¿Qué coste y qué riesgos tiene ir un paso más allá de las fronteras? Como Varo le demostró a Octavio Augusto, esta lección Roma sólo la aprendió a medias...

Archienemigos de Roma: Frigiterno, el verdugo de Adrianópolis.

Nuestro archienemigo de hoy es un ilustre ninguneado cuyo gran mérito fue infringirle la mayor derrota militar al Imperio Romano de Oriente. La batalla de Adrianópolis supuso un antes y un después en la actitud de Roma frente a los bárbaros.

No sabemos con exactitud qué año nació Frigiterno, cuyo nombre original en godo, Frithugarnis, significa “Deseando la Paz”. Caudillo de los tervingios, su nombre aparece en la Historia cuando le solicitó al emperador Valente que su pueblo pudiese instalarse en el lado romano del Danubio. La pregunta es obvia, ¿Por qué Frigiterno no se contentó con mantenerse en la Dacia, en manos de los godos desde que se la cediese el emperador Aureliano muchos años antes? La respuesta tenía los ojos rasgados, era de pequeña estatura y manejaba muy bien el arco a caballo. Los hunos masacraron en el 376 a los ostrogodos (Ost Goths, godos del Oeste), continuando su camino de pillaje y destrucción hacia el Imperio Romano de Oriente. Los pocos supervivientes alertaron a los visigodos (Wiss Goths, godos del Este) del peligro que arrostraban y Frigiterno, su caudillo por entonces, vio clara la conveniencia de cruzar el Danubio en calidad de foederati del Imperio. En aquel momento el César de Oriente era Flavio Julio Valente, quien ya se había enfrentado a los godos con éxito entre el 367 y el 369, conminándolos en la Escitia occidental (hoy Moravia y Valaquia). Valente accedió a la propuesta de Frigiterno, que era arriano como él; para el emperador, una alianza estratégica con los visigodos supondría un buen muro de contención ante el peligro común que podían representar los hunos. Los visigodos fueron asentados en Moesia, en aquellos momentos una provincia pobre y despoblada, concediéndoles la ciudadanía romana a cambio de su servicio militar y el consecuente pago de los impuestos imperiales. No todos los bárbaros cruzaron el río. Atanarico, adversario tribal de Frigiterno, se quedó en la Dacia a su suerte, quizá porque aún era pagano y se oponía a la política “filorromana” del caudillo visigodo.

Equite y legionario de Valente

Los problemas de Frigiterno no vinieron por sus desavenencias internas. La Iglesia y la aristocracia más conservadora pronto se mostraron opuestas a la decisión imperial. A su vez, la codicia desmedida de la administración local acabó por soliviantar a los nuevos aliados. Según los últimos estudios – quizá menos propagandísticos y apocalípticos que los relatos de Marcelino u Orosio, ambos historiadores romanos contemporáneos de estos hechos – la cifra de bárbaros que se establecieron en Moesia estaría cercana a los 75.000, siendo sólo unos 15.000 los hombres en edad de guerrear. A éstos habría que sumar los cerca de 4.000 jinetes ostrogodos y alanos que escaparon de los hunos y que se enrolaron en el contingente visigodo.

La situación en el 377 se hizo insostenible. A las malas cosechas se sumó la avaricia desmedida del comes (conde) de Moesia, Lucipino, quien se hizo rico inflando los precios de los suministros que la administración imperial destinaba a sus foederati. También se sabe que aquel año el pagano Atanarico cruzó el río para unirse a sus paisanos, soliviantando a la Iglesia que veía en el la piel del demonio. Frigiterno, alertado del complot que había urdido Lucipino para asesinarle, le mató durante un banquete en el que éste tenía planeado eliminarle.

Habiendo roto relaciones con el Imperio, y con su pueblo exigiéndole sustento, Frigiterno se dirigió a Tracia, saqueando ciudades y campiña para obtener los suministros que su pueblo necesitaba para subsistir. Dos pequeños ejércitos romanos fueron liquidados sin excesivos problemas, alarmando con ello a la corte de Constantinopla. Valente reaccionó rápido. Salió de Antioquía (Siria) donde estaba enzarzado con los persas, para llegar a los Balcanes al frente de un ejército considerable, siete legiones, cerca de 21.000 hombres, además de un número aún mayor de auxiliares. Levantó su campamento junto a una ciudad que pasaría a la Historia por lo que tenía que ocurrir frente a ella: Adrianópolis (hoy Edirne, en la Turquía europea)

Adrianópolis

Valente, apoyado por sus legados Víctor y Ricimero (un vándalo encumbrado a magister militum tiempo después), formó ante el campamento visigodo una fuerza imponente. Sus siete legiones contaban con las tropas de élite, la legión palatinae, así como una pequeña fuerza de caballería también destacable. Sólo había una diferencia con otros enfrentamientos anteriores en la zona de gran magnitud, como los acaecidos durante la guerra dacia de Trajano. Las legiones del siglo IV tenían como tal el nombre. El legionario del año 378 en nada tenía que ver con el de Marco Aurelio o Trajano. Con una larga spatha en vez de gladio, un scutum redondo en vez del cuadrado clásico y una cota de malla en vez de la lorica segmentata, era un cuerpo de ejército peor dispuesto, disciplinado y pertrechado.
En cambio, los godos habían recibido instrucción romana como foederati que eran, además de usar todo tipo de armas de contacto o arrojadizas, ganando contundencia sin padecer la rigidez estructural de las líneas romanas. Pero su ventaja principal no fue esa movilidad, sino el peso de la caballería en la estrategia.

El 9 de Agosto del 378, Valente sacó a sus tropas del campamento de Adrianápolis, dejando allí su impedimenta y el tesoro de guerra, y formó en una llanura próxima ante Frigiterno. El corregente de Occidente, su sobrino Graciano, se había mostrado diligente y venía en ayuda de su tío, pero éste pensó que no podía esperar, quizá espoleado por su legado Sebastián o por otros motivos que se desconocen. No me extenderé con el relato pormenorizado de esta impresionante batalla, me centraré en las consecuencias de la misma. Alateo, el comandante de la caballería goda, destrozó a la débil caballería romana, atosigando después a las legiones por los flancos mientras que Frigiterno empujaba a las tropas de Valente por el centro hasta que la batalla se tornó en matanza. Dos terceras partes del ejército romano no salieron nunca de la llanura de Adrianópolis, incluido el emperador Valente. Según los testimonios coetáneos, era difícil avanzar entre tanta sangre, heces, orines y cuerpos mutilados. Dado lo cruento de la batalla, donde secciones enteras de la línea romana murieron matando ante la evidencia de no tener posible fuga, es lógico pensar que las bajas godas serían también considerables.
El fin de Valente es controvertido, según nos dejó Amiano Marcelino en sus Historias, pudieron pasar dos cosas:

“fue herido mortalmente por una flecha, y expiró”, (XXXI.12)
Valente fue herido y llevado a una pequeña choza de madera. La choza fue rodeada por los godos que le prendieron fuego, sin saber quién estaba dentro (XXXI.13.14-6)

Valente

Lo cierto es que no se recuperó el cadáver del emperador, por lo que fue tratado como cualquier otro legionario. Víctor y Ricimero condujeron a los supervivientes a Adrianópolis, quizá en busca de unos muros que sirviesen de freno a la marea goda. Toda la parte europea del Imperio de Oriente quedó a merced de Frigiterno, conmocionado y sin su César, quien saqueó a conciencia campos y ciudades con la excepción de Atenas, la cercada Adrianápolis y la capital, Constantinopla, a causa de la ausencia de máquinas de asedio con las que derruir los muros de estas grandes ciudades fortificadas.

Frigiterno murió como rey absoluto de los visigodos en el 380. Le sucedió su antiguo adversario, Atanarico. Éste sólo pudo reinar un año, pero antes de su muerte en el 381 consiguió que el nuevo regente de Oriente, un legado de origen hispano llamado Teodosio, les concediese la condición irrevocable de foederati del Imperio. Adrianápolis fue la tumba de las legiones. Desde aquel desastre inmortal, Teodosio favoreció la figura del dux (duque) al mando de un ejército fronterizo, limitanei, que sería apoyado por un ejército libre de frontera, comitatense, que se desplazase allá donde surgiesen los problemas. Acababa de nacer el feudalismo.

Simón bar Giora

Nuestro archienemigo de hoy fue uno de los líderes judíos que se rebelaron contra Roma a finales del principado de Nerón, provocando el mayor desastre físico, humano y espiritual que sufrió Jerusalén en toda la Antigüedad clásica. Su obstinación y fe ciega en su Dios llevó al pueblo de Israel a uno de los episodios más sangrientos de su agitada Historia.


En el año 66 de nuestra era, siendo por entonces emperador Nerón, Jerusalén, y toda Judea, se alzó contra Roma. Pero, ¿por qué una provincia hasta entonces anodina y tranquila osó desafiar al estado más poderoso de su época? Entendamos las causas: Judea entró en la órbita romana en una de las exitosas campañas de Pompeyo el Grande, en el 63 a.C. Tras la reordenación del Oriente romano, varios regentes títere al gusto de la República, estilo Herodes el Grande y su inoperante descendencia, gobernaron la provincia bajo la supervisión de un prefecto romano, dejando a los judíos un presunto autogobierno que mantuviese sus tradiciones, siempre y cuando se aportasen regularmente los tributos fijados para la provincia. Aquel tenso equilibrio entre tolerancia religiosa y aceptación política se truncó en la Pascua del año 66. Según nos ha dejado en sus crónicas Flavio Josefo, historiador judeo-romano partícipe en este relato, los motivos de la revuelta fueron la realización de un sacrificio a los dioses ante la Sinagoga de Cesárea, importante ciudad portuaria de Judea con numerosa población de origen griego, el latrocinio de diecisiete talentos de oro destinados al Templo por parte del procurador Gesio Floro y, quizá por ello, la decisión del mantenedor de éste, el hijo del Sumo Sacerdote llamado Eleazar ben Hanania, de no realizar ningún sacrificio más en él en honor al emperador.

Jerusalén en el siglo I

Ante la inminencia del estallido de la revuelta, el timorato Herodes Agripa II y su hermana Berenice huyeron de Judea, buscando refugio en Siria, bien pertrechada con los efectivos queGayo Cestio Galo, legado del emperador en dicha provincia, estaba reuniendo en la costa dispuesto a atajar la sublevación. Tras unos tempranos éxitos militares de Galo en el valle deJezreel, se vio incapacitado para tomar Jerusalén con solo la XII Fulminata. Mientras se retiraba para afianzar posiciones, fue sorprendido por Eleazar ben Simón en Beth-Horon. La matanza fue importante, pues prácticamente Galo perdió todos sus efectivos, unos 6.000 hombres más su impedimenta, teniendo que huir ignominiosamente entre cerros y barrancos hasta llegar a Antioquía. Los dioses le privaron de rendir cuentas a Nerón por aquel desastre, pues murió en Siria muy poco después, siendo sustituido en el cargo por Gayo Licinio Muciano.

Cuando las noticias de aquel descalabro llegaron a Roma, Nerón optó por encargarle el asunto a uno de sus más eficientes legados, Tito Flavio Vespasiano, el futuro emperador, quien aglutinó bajo su mando a los restos de la XII Fulminata más la V Macedonica, X Fretensis y la XVApolinaris. Entre regulares y auxiliares, Vespasiano movilizó un montante de cerca de 60.000 hombres. Entrando en la provincia por el norte, pronto eliminó toda resistencia con semejante rodillo humano. Su avance arrollador forzó que dos hombres reñidos por asuntos internos judíos,Yohanan ben Levi, más conocido como Juan de Giscala, líder de los zelotes, y Simón bar Giora, líder de los sicarios, se replegaran hacia Jerusalén, confiando en resistir en su ciudad santa hasta el aliento final. Ambos eran unos auténticos fanáticos. Juan de Giscala encabezaba a los zelotes, enemigos acérrimos de todo lo extranjero y, por tanto, enemigos públicos del pretorio romano. Por su parte, Simón bar Giora lideraba a los sicarios junto a otros asesinos conjurados como Eleazar ben Jair, el posterior héroe de Masada, dispuestos a matar a todo judío que no se adhiriese voluntariamente a sur revuelta. Incluso el propio Talmud recoge como bloquearon los suministros de la ciudad para forzar a la población a sumarse a su revolución en vez de negociar la paz con los romanos.

Lo que no podían imaginarse Simón bar Giora y los suyos era que el estallido de una guerra civil en Roma paralizaría la campaña de Vespasiano. Tras la muerte violenta de Nerón, se sucedieron disturbios importantes en la ciudad, llegando a ocupar brevemente la púrpura hombres oscuros y de pocos escrúpulos como Otón y Vitelio hasta que, en el 69, fue Vespasiano quien prevaleció entre todo aquel embrollo de intrigas e intereses. Por dicha causa, el nuevo emperador dejó a su hijo Tito en Judea a cargo de sofocar la revuelta. Una ardua tarea para un joven de veintinueve años…

Ante la imposibilidad de tomar al asalto una ciudad tan grande y bien defendida, Tito optó por cercarla, colocando sus cuatro legiones alrededor de ella e impidiendo a los centenares de peregrinos circunstanciales que se encontraban allí durante la Pascua poder salir de la ciudad. Pensó que así habría más bocas intramuros que forzasen una rendición pactada. No salió así. El dios vengativo de los judíos no entendía de misericordia. Miles de personas murieron en Jerusalén víctima del hambre y las enfermedades, mientras Simón Bar Giora y los suyos mantenían a raya tanto a los romanos como a sus paisanos que asistían petrificados a cada represalia de los zelotes, llegando a echar desde los muros a toda persona que se mostrase propensa de llegar a un acuerdo con los romanos. El terror se apoderó de la ciudad. Mataban tanto los fanáticos como la inanición, como le sucedió al codicioso sumo sacerdote Ananías, proclive a pactar un armisticio en el que no peligrase su fortuna. Sacándole de su escondrijo, fue ajusticiado por los zelotes sin el mayor miramiento. Tito seguía esperando; la guarnición de Jerusalén rondaba las 25.000 personas, una parte bajo la autoridad del zelote Eleazar ben Simón ocupando la Torre Antonia, otra parte bajo el sicario Simón bar Giora y una tercera parte de corte idumeo bajo el control directo de Juan de Giscala. Todo intento de asalto pasaría siempre por tomar primero la torre Antonia: era una fortaleza imponente, levantada por Herodes el Grande en honor de su benefactor, Marco Antonio, de ahí su nombre. Mientras los judíos se descomponían en sus cuitas internas, Tito sacaba a sus cuatro legiones a formar ante los muros, atemorizando con su poderío a los centinelas.

Tratando de buscar una solución incruenta a la situación, el joven legado recurrió a los servicios deYosef bar Mattityahu, quien adoptó posteriormente el nombre de Flavio Josefo en honor al nomen de sus protectores. Era éste un judío pro-romano, muy odiado por los elementos más radicales de la revuelta por su colaboración con Vespasiano tras la toma de Galilea, donde salvó su vida al predecirle que sería emperador. El caso es que Josefo entró como parlamentario en Jerusalén y les dijo a Simón bar Giora y Eleazar bar Simón:

«Que se salven ellos y el pueblo, que salven a su patria y al templo» (Guerra de los judíos V, 362); «Dios, que hace pasar el imperio de una nación a otra, está ahora con Roma» (Guerra V, 367); «Nuestro pueblo no ha recibido nunca el don de las armas, y para él hacer la guerra acarreará forzosamente ser vencido en ella» (Guerra V, 399); «¿Creéis que Dios permanece aún entre los suyos convertidos en perversos?»

Un exaltado le disparó un flechazo como respuesta a su ofrecimiento de rendición, y tuvo que ser atendido de la herida de vuelta al campamento romano. Viendo lo inútil de tratar de llegar a un acuerdo con los judíos, y más después de un contraataque que por poco no le costó la vida a él mismo, Tito pasó a la acción. En el verano del 70 desplegó un asedio proactivo de tal magnitud que llegó a derrumbar la Torre Antonia mediante zapas. Simón bar Giora y sus acólitos defendieron como lobos calle a calle, palmo a palmo, en una lucha lenta y cruenta.

Maqueta del Templo Salomon

Primero cayó la ciudadela y, poco después, el Templo fue engullido por las llamas a causa de un tizón que un legionario echó allí por casualidad. El incendio del Templo de Salomón supuso el punto sin retorno del asalto. Era un tórrido día de finales de Agosto, fecha todavía recordada amargamente por todos los judíos. Las llamas se propagaron a otras barriadas de la ciudad y las legiones tuvieron paso expedito para eliminar los focos de resistencia encabezados por Eleazar ben Simón, quien murió matando, y controlar toda la ciudad. Se considera el 7 de Septiembre como fecha en la que Jerusalén quedó completamente pacificada.

El Senado quiso otorgarle al joven Tito una corona por su victoria, pero éste la rechazó diciendo: “no hay mérito en derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios“. El resultado de la revuelta fue devastador. Según citó Josefo, cerca de 1.100.000 judíos murieron en los cuatro años de guerra, además de los 97.000 que acabaron como esclavos. Todos los elementos sagrados del judaísmo, como la Mesa de Salomón o el Candelabro de los Siete Brazos acabaron en el desfile triunfal del futuro emperador, comenzando una ruta legendaria cuya pista se perdió tras la conquista árabe de Hispania. No solo se exhibieron tesoros, Juan de Giscala y Simón bar Gioratambién desfilaron en el Triunfo; el primero murió en las mazmorras, mientras que su compañero de revuelta tuvo un final más rápido y sencillo. Al final del pasacalle, lo despeñaron desde la Roca Tarpeya, el lugar ancestral desde el que se ajusticiaba a los peores enemigos de Roma.


Simón bar Giora

Nuestro archienemigo de hoy fue uno de los líderes judíos que se rebelaron contra Roma a finales del principado de Nerón, provocando el mayor desastre físico, humano y espiritual que sufrió Jerusalén en toda la Antigüedad clásica. Su obstinación y fe ciega en su Dios llevó al pueblo de Israel a uno de los episodios más sangrientos de su agitada Historia.


En el año 66 de nuestra era, siendo por entonces emperador Nerón, Jerusalén, y toda Judea, se alzó contra Roma. Pero, ¿por qué una provincia hasta entonces anodina y tranquila osó desafiar al estado más poderoso de su época? Entendamos las causas: Judea entró en la órbita romana en una de las exitosas campañas de Pompeyo el Grande, en el 63 a.C. Tras la reordenación del Oriente romano, varios regentes títere al gusto de la República, estilo Herodes el Grande y su inoperante descendencia, gobernaron la provincia bajo la supervisión de un prefecto romano, dejando a los judíos un presunto autogobierno que mantuviese sus tradiciones, siempre y cuando se aportasen regularmente los tributos fijados para la provincia. Aquel tenso equilibrio entre tolerancia religiosa y aceptación política se truncó en la Pascua del año 66. Según nos ha dejado en sus crónicas Flavio Josefo, historiador judeo-romano partícipe en este relato, los motivos de la revuelta fueron la realización de un sacrificio a los dioses ante la Sinagoga de Cesárea, importante ciudad portuaria de Judea con numerosa población de origen griego, el latrocinio de diecisiete talentos de oro destinados al Templo por parte del procurador Gesio Floro y, quizá por ello, la decisión del mantenedor de éste, el hijo del Sumo Sacerdote llamado Eleazar ben Hanania, de no realizar ningún sacrificio más en él en honor al emperador.

Jerusalén en el siglo I

Ante la inminencia del estallido de la revuelta, el timorato Herodes Agripa II y su hermana Berenice huyeron de Judea, buscando refugio en Siria, bien pertrechada con los efectivos queGayo Cestio Galo, legado del emperador en dicha provincia, estaba reuniendo en la costa dispuesto a atajar la sublevación. Tras unos tempranos éxitos militares de Galo en el valle deJezreel, se vio incapacitado para tomar Jerusalén con solo la XII Fulminata. Mientras se retiraba para afianzar posiciones, fue sorprendido por Eleazar ben Simón en Beth-Horon. La matanza fue importante, pues prácticamente Galo perdió todos sus efectivos, unos 6.000 hombres más su impedimenta, teniendo que huir ignominiosamente entre cerros y barrancos hasta llegar a Antioquía. Los dioses le privaron de rendir cuentas a Nerón por aquel desastre, pues murió en Siria muy poco después, siendo sustituido en el cargo por Gayo Licinio Muciano.

Cuando las noticias de aquel descalabro llegaron a Roma, Nerón optó por encargarle el asunto a uno de sus más eficientes legados, Tito Flavio Vespasiano, el futuro emperador, quien aglutinó bajo su mando a los restos de la XII Fulminata más la V Macedonica, X Fretensis y la XVApolinaris. Entre regulares y auxiliares, Vespasiano movilizó un montante de cerca de 60.000 hombres. Entrando en la provincia por el norte, pronto eliminó toda resistencia con semejante rodillo humano. Su avance arrollador forzó que dos hombres reñidos por asuntos internos judíos,Yohanan ben Levi, más conocido como Juan de Giscala, líder de los zelotes, y Simón bar Giora, líder de los sicarios, se replegaran hacia Jerusalén, confiando en resistir en su ciudad santa hasta el aliento final. Ambos eran unos auténticos fanáticos. Juan de Giscala encabezaba a los zelotes, enemigos acérrimos de todo lo extranjero y, por tanto, enemigos públicos del pretorio romano. Por su parte, Simón bar Giora lideraba a los sicarios junto a otros asesinos conjurados como Eleazar ben Jair, el posterior héroe de Masada, dispuestos a matar a todo judío que no se adhiriese voluntariamente a sur revuelta. Incluso el propio Talmud recoge como bloquearon los suministros de la ciudad para forzar a la población a sumarse a su revolución en vez de negociar la paz con los romanos.

Lo que no podían imaginarse Simón bar Giora y los suyos era que el estallido de una guerra civil en Roma paralizaría la campaña de Vespasiano. Tras la muerte violenta de Nerón, se sucedieron disturbios importantes en la ciudad, llegando a ocupar brevemente la púrpura hombres oscuros y de pocos escrúpulos como Otón y Vitelio hasta que, en el 69, fue Vespasiano quien prevaleció entre todo aquel embrollo de intrigas e intereses. Por dicha causa, el nuevo emperador dejó a su hijo Tito en Judea a cargo de sofocar la revuelta. Una ardua tarea para un joven de veintinueve años…

Ante la imposibilidad de tomar al asalto una ciudad tan grande y bien defendida, Tito optó por cercarla, colocando sus cuatro legiones alrededor de ella e impidiendo a los centenares de peregrinos circunstanciales que se encontraban allí durante la Pascua poder salir de la ciudad. Pensó que así habría más bocas intramuros que forzasen una rendición pactada. No salió así. El dios vengativo de los judíos no entendía de misericordia. Miles de personas murieron en Jerusalén víctima del hambre y las enfermedades, mientras Simón Bar Giora y los suyos mantenían a raya tanto a los romanos como a sus paisanos que asistían petrificados a cada represalia de los zelotes, llegando a echar desde los muros a toda persona que se mostrase propensa de llegar a un acuerdo con los romanos. El terror se apoderó de la ciudad. Mataban tanto los fanáticos como la inanición, como le sucedió al codicioso sumo sacerdote Ananías, proclive a pactar un armisticio en el que no peligrase su fortuna. Sacándole de su escondrijo, fue ajusticiado por los zelotes sin el mayor miramiento. Tito seguía esperando; la guarnición de Jerusalén rondaba las 25.000 personas, una parte bajo la autoridad del zelote Eleazar ben Simón ocupando la Torre Antonia, otra parte bajo el sicario Simón bar Giora y una tercera parte de corte idumeo bajo el control directo de Juan de Giscala. Todo intento de asalto pasaría siempre por tomar primero la torre Antonia: era una fortaleza imponente, levantada por Herodes el Grande en honor de su benefactor, Marco Antonio, de ahí su nombre. Mientras los judíos se descomponían en sus cuitas internas, Tito sacaba a sus cuatro legiones a formar ante los muros, atemorizando con su poderío a los centinelas.

Tratando de buscar una solución incruenta a la situación, el joven legado recurrió a los servicios deYosef bar Mattityahu, quien adoptó posteriormente el nombre de Flavio Josefo en honor al nomen de sus protectores. Era éste un judío pro-romano, muy odiado por los elementos más radicales de la revuelta por su colaboración con Vespasiano tras la toma de Galilea, donde salvó su vida al predecirle que sería emperador. El caso es que Josefo entró como parlamentario en Jerusalén y les dijo a Simón bar Giora y Eleazar bar Simón:

«Que se salven ellos y el pueblo, que salven a su patria y al templo» (Guerra de los judíos V, 362); «Dios, que hace pasar el imperio de una nación a otra, está ahora con Roma» (Guerra V, 367); «Nuestro pueblo no ha recibido nunca el don de las armas, y para él hacer la guerra acarreará forzosamente ser vencido en ella» (Guerra V, 399); «¿Creéis que Dios permanece aún entre los suyos convertidos en perversos?»

Un exaltado le disparó un flechazo como respuesta a su ofrecimiento de rendición, y tuvo que ser atendido de la herida de vuelta al campamento romano. Viendo lo inútil de tratar de llegar a un acuerdo con los judíos, y más después de un contraataque que por poco no le costó la vida a él mismo, Tito pasó a la acción. En el verano del 70 desplegó un asedio proactivo de tal magnitud que llegó a derrumbar la Torre Antonia mediante zapas. Simón bar Giora y sus acólitos defendieron como lobos calle a calle, palmo a palmo, en una lucha lenta y cruenta.

Maqueta del Templo Salomon

Primero cayó la ciudadela y, poco después, el Templo fue engullido por las llamas a causa de un tizón que un legionario echó allí por casualidad. El incendio del Templo de Salomón supuso el punto sin retorno del asalto. Era un tórrido día de finales de Agosto, fecha todavía recordada amargamente por todos los judíos. Las llamas se propagaron a otras barriadas de la ciudad y las legiones tuvieron paso expedito para eliminar los focos de resistencia encabezados por Eleazar ben Simón, quien murió matando, y controlar toda la ciudad. Se considera el 7 de Septiembre como fecha en la que Jerusalén quedó completamente pacificada.

El Senado quiso otorgarle al joven Tito una corona por su victoria, pero éste la rechazó diciendo: “no hay mérito en derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios“. El resultado de la revuelta fue devastador. Según citó Josefo, cerca de 1.100.000 judíos murieron en los cuatro años de guerra, además de los 97.000 que acabaron como esclavos. Todos los elementos sagrados del judaísmo, como la Mesa de Salomón o el Candelabro de los Siete Brazos acabaron en el desfile triunfal del futuro emperador, comenzando una ruta legendaria cuya pista se perdió tras la conquista árabe de Hispania. No solo se exhibieron tesoros, Juan de Giscala y Simón bar Gioratambién desfilaron en el Triunfo; el primero murió en las mazmorras, mientras que su compañero de revuelta tuvo un final más rápido y sencillo. Al final del pasacalle, lo despeñaron desde la Roca Tarpeya, el lugar ancestral desde el que se ajusticiaba a los peores enemigos de Roma.


DECEBALO, EL DACIO

Nuestro archienemigo de hoy es uno de los bárbaros menos conocidos, pero no por ello digno de rememorar sus gestas, que fueron muchas y frente a un Imperio Romano en su momento de máximo esplendor.
Diurpanneo fue un caudillo dacio, territorio que comprendía la actual Rumanía, desde el Mar Negro hasta el curso medio del Danubio. Para dar una breve pincelada del carácter de aquellas gentes, emparentadas étnicamente con los getas, sármatas, roxolanos y bastarnos, aquí tenemos una cita de Heródoto:

[…] los getas se creen inmortales… a la hora de morir van a reunirse con Zalmoxis (algunos lo denomina Gebeleicis, que era su dios principal). Cada cuatro años envían a un mensajero elegido por sorteo, a entrevistarse con Zalmoxis… los encargados de enviarlo sostienen tres venablos, mientras que otros lo cogen de las manos y de los pies, y tras balancearlo en el aire, lo echan sobre los venablos. Si como es lógico, muere al ser atravesado, consideran que la divinidad les es propicia. Pero si no muere lo insultan y tildan de ser un malvado…. Cada vez que truena o relampaguea disparan flechas al aire, airados con el cielo, al tiempo que amenazan al dios […]

Diuparnneo sucedió a Burevista (no confundir con otro caudillo de igual nombre que vivió en la Dacia en tiempos de César y Pompeyo) al frente de un reino dividido y limitado por las tribus escitas, sármatas y el Imperio Romano. Su ascenso como rex de los dacios sobrevino al éxito de sus campañas militares contra los romanos después de preparar durante años a sus tropas, hostigando la frontera y creando alianzas con otras tribus vecinas para enrolarlas en su proyecto de la Gran Dacia.

Dacios contra romanos

En el 87 de nuestra era, Diuparnneo derrotó a un ingente ejército comandado por un tal Cornelio Fusco, anterior mediocre jefe del pretorio enviado por un emperador débil y paranoico, Domiciano. En el valle de Tapae (conocido hoy como las Puertas de Hierro en Transilvania, frontera entre Rumanía y Servia), cuatro legiones fueron emboscadas y dos de ellas prácticamente aniquiladas, incluida la prestigiosa V Alaudae. Probablemente tras aquel gran triunfo fue cuando Diuparnneo tomó como título Dekebal, común a los grandes caudillos dacios, cuyo significado sería algo así como “Fuerte como diez hombres” y que etimológicamente proviene del proto-indoeuropeodekm- (diez) y –bal (fuerte). Los historiadores romanos, al llevar al latín el nombre indígena, convirtieron Dekebal en Decebalus.

Un año después, Tetio Juliano, el nuevo legado del Danubio tras la ignominiosa muerte de Fusco y sus hombres, tuvo que levantar el asedio de Tapae tras una revuelta en el Rin contra Domiciano que provocó que éste último tuviese que cerrar un tratado de paz entre Dacia y Roma más ignominioso aún que la derrota del año anterior, donde miles de hombres, y las sagradas águilas de las legiones, cayeron en manos de las tropas comandadas por Decébalo. Aquel fue el cénit del poder e influencia del líder dacio, recibiendo tributos, hostigando la provincia romana de Moesia a su antojo, con cada vez más desertores, tribus y naciones bárbaras a su alrededor confiando en que había llegado quien fuese capaz de derrotar a Roma como lo había hecho Arminio en Germania años atrás.

Una de las condiciones que aceptó Domiciano, más pendiente de sus vicios y fobias que de la gestión del limes, fue el envío de arquitectos e ingenieros a la Dacia para el embellecimiento de Sarmizegetusa, la gran capital del reino sita en una planicie de las Orastia junto a un despeñadero de 1.200 metros de caída. La ciudad se arracimaba en terrazas bajo la gran fortaleza cuadrangular donde residía el rey, contando en su interior con un gran santuario y con agua corriente a través de tuberías de terracota. No eran bárbaros greñudos los dacios, sino una nación sólida y refinada en disposición de desafiar a Roma.

Sarmizegetusa

Aquella situación de bonanza e insolencia ante la Domus Flavia se mantuvo hasta que un hombre extraordinario se hizo con las riendas del Imperio. Atrás quedaron las excentricidades y cobardías de Domiciano. Poco después de ser proclamado Emperador por el Senado, siguiendo los designios de su antecesor Nerva, Marco Ulpio Trajano, nacido en Itálica (Santiponce, Sevilla), retomó el asunto dacio en Marzo del 101, reuniendo en el Danubio el ejército más imponente desde tiempos de Augusto, construyendo un puente nunca visto hasta la fecha sobre el río y derrotando ese mismo año a Decébalo en el trágico lugar en que él había humillado a Fusco años atrás, el valle de Tapae. Mientras Trajano continuaba su avance arrollador contra la capital, Decébalo optó por cruzar el Danubio en sentido contrario y llevar el teatro de las operaciones fuera de la Dacia, intención que se vio frustrada tras la derrota de Adamclisi, donde casi 15.000 dacios fueron masacrados, victoria romana contundente que dejó camino expedito a Trajano para volver a Sarmizegetusa y sitiarla. Decébalo, antes de ver morir de hambre a los suyos, aceptó las magnánimas condiciones de rendición que el hispano le propuso.

La victoria romana no aplacó sus ambiciones. Tres años después de aquello, Decébalo se deshizo de su papel como “rey cliente” tributario que le impuso Trajano tras el armisticio y masacró a la guarnición romana de Sarmizegetusa, desencadenando la gran campaña de la Dacia que podemos aún contemplar en la Columna de Trajano. Decébalo no era un líder tribal ignorante y bravucón, como otros bárbaros cuyos nombres se tragó la historia. Dion Casio lo describió así:

[…] Era un lince para las cuestiones relacionadas con la táctica bélica y tenía asimismo buen ojo para salir victorioso en las guerras. Sabía juzgar con perspicacia qué momento era bueno para atacar y en cuál resultaba preferible replegarse. Era un experto en el arte de tender emboscadas y un maestro en las batallas a campo abierto. Además, no sólo sabía cómo sacar partido a un triunfo, sino asimismo como gestionar adecuadamente una derrota […]

La respuesta imperial fue contundente. Tres ejércitos entraron en Dacia por tres puntos diferentes, asolando a su paso todo cuanto oponía resistencia. Tras el feroz asedio y asalto de Sarmizegetusa, Decébalo consiguió huir pero se vio conminado a suicidarse antes de caer en manos de las tropas de Trajano. Un vaso encontrado en las ruinas de la vieja ciudad contiene una frase que evoca cómo acabó sus días tan bravo rey. Una lápida funeraria encontrada en Grecia reza como un tal Claudio Máximo fue quien le envió su cabeza y mano derecha al emperador, recibiendo por ello una generosa gratificación.

La conquista de la Dacia en cifras

La muerte del caudillo supuso prácticamente el fin de las hostilidades y la rendición general de la Dacia. Por puro azar, o por la traición de un tal Bicilis, confidente del rey, Trajano consiguió apoderarse del tesoro oculto de Decébalo, 165.000 kg de oro y 331.000 de plata. La campaña dacia fue costosa pero muy lucrativa para Roma. Cerca de 500.000 hombres y mujeres fueron vendidos como esclavos, reportando para el estado entre todos los ingresos derivados de la conquista cerca de 2.700 millones de sestercios, además de la explotación minera del territorio. Trajano obtuvo rédito para costear monumentos con los que embellecer Roma y ordenó 123 días de festejos en los que 10.000 gladiadores vertieron su sangre en la arena…

Una inmensa estatua de 40 metros de altura esculpida en roca de la cara de Decébalo se puede ver cerca de Orsova, Rumanía, junto al Danubio, a muy poca distancia de la TABVLA TRAIANA, memoria de la conquista de la Dacia por Trajano en el 105.

INDÍBIL Y MANDONIO

Nuestro archienemigo de hoy es uno de esos héroes de otros tiempos, símbolo junto a Numancia o Sagunto del orgullo que sentíamos por la terquedad hispana. La tozudez de Indíbil, junto a la de otro régulo indígena llamado Mandonio, formaba parte del temario en los colegios para acicate del espíritu patrio…

Pero… ¿Quién fue realmente Indíbil? No se sabe con certeza quienes fueron sus padres, pero sí de dónde era. Según los historiadores romanos Indíbil era el régulo de los ilergetes, por lo que podríamos ubicar su nacimiento sobre el 258 a.C. en la ciudad de Ilerda o contornada (actual Lleida) Es Tito Livio quien habla de él comoIndíbilis, mientras que el griego Polibio, el cronista de Escipión Emiliano, le llamaAndóbales. Tanto los nombres Indi como Ando, así como el sufijo -beles, son claramente ibéricos, contingencia que cuestiona la teoría de un posible origen celta de este correoso individuo.

¿Y quiénes eran los ilergetes? Era la etnia ibera que ocupaba buena parte de las actuales provincias de Lleida y Huesca. Los historiadores antiguos hablaron de una ciudad llamada Atanagrum como su capital, pero se desconoce aún su ubicación exacta. La gran ciudad de los ilergetes fue Ilerda, quizá la población ibera más importante al norte de Arse (Sagunto) Su posición estratégica entre el valle medio del Ebro y el mar, así como los recursos agrícolas y ganaderos del territorio, provocó que los dos grandes gallos que se alzaron en el Mare Internum codiciasen sus recursos.

guerrero ilergete

Aquí es donde entra Indíbil en la Historia. Muy poco sabemos de su apariencia y carácter, pues no hay descripciones ni físicas ni psicológicas del personaje, pero sí que sabemos como mudó de alianzas con cartagineses y romanos tratando de mantener al margen sus tierras de la sangrienta disputa que mantenían las dos potencias. Su búsqueda de un equilibrio beneficioso le hizo cambiar de lealtades según soplasen los vientos. Hoy consideraríamos deshonrosa una conducta así, pero para la sociedad ibera y celtibera del momento era completamente normal cambiar de parecer y bando a media contienda. Casos así, y peores, sucedieron pocos años después en la guerra de Viriato, el asedio numantino o durante la revuelta deQuinto Sertorio.

El caso es que, quizá antes o a raíz de la toma de Sagunto, claro ejemplo de la pasividad del Senado de Roma ante un ataque a una ciudad aliada, Indíbil optó por apoyar a los púnicos. Su pacto con Cartago le obligó a ponerse bajo el mando deHannón, el comandante púnico que Aníbal Barca dejó para controlar Hispania mientras él emprendía su legendaria campaña italiana. Lo que no calculó Indíbil fue que la guerra entre Roma y Cartago se extendiese tan pronto a Hispania, y menos que un experto militar, Gneo Cornelio Escipión, recién desembarcado en Emporion(Ampurias, Girona), le plantase batalla a Hannón al frente de sus dos legiones y le derrotase frente a Cissa, un lugar muy próximo a la actual Tarragona. El revés púnico fue considerable: seis mil muertos y dos mil capturados, incluidos el propio Hannón e Indíbil. Asdrúbal Barca, que llegó tarde a la batalla con sus refuerzos, no pudo más que hostigar a la flota romana y mantener el Ebro como límite natural entre ambas potencias.

La liberación de Indíbil supuso la entrega de tributos y rehenes ilergetes a Roma, siendo expulsados de buena parte de los territorios que hasta el momento regía. Al año siguiente reanudó sus operaciones pro-púnicas hostigando a varias tribus celtíberas afines a los intereses de Roma. Su renovada alianza con Asdrúbal le dio rienda suelta para expandir su poder entre otros régulos vecinos menos belicosos, y más tras la derrota y muerte de los dos Escipiones en Kastulo e Ilorci (alto Guadalquivir, Jaén). La amistad cartaginesa no fue gratuita para el oligarca ilergete. Tuvo que entregar una buena cantidad de plata y a su propia esposa como rehén. Quizá cansado de la infinita codicia del Barca, o quizá atento al cambio de vientos que se estaba produciendo en Hispania, en el 209 a.C. Indíbil pactó conPublio Cornelio Escipión, hijo de uno de los Escipiones y nuevo legado enviado por el Senado de Roma para atajar el problema púnico. El romano aglutinaba bajo su mando a muchos iberos deslumbrados por su buena fortuna, algo que quizá decantase a Indíbil a cambiar de lealtades. La ayuda ilergete llegaría a cambio de la devolución de los rehenes que seguían en manos de Asdrúbal y la confirmación de su condición de rey vasallo de la República una vez Cartago fuese expulsada de Iberia.

Indibil y Mandonio

No se saben con certeza las causas, puede que los iberos viesen que Roma era un león vestido de cordero, o quizá los agentes bárcidas sobornasen a los régulos indígenas, pero el caso es que sólo un año mantuvo su nuevo pacto de fidelidad a Roma, pues en el 208 a.C. de nuevo Indíbil forma junto a los aliados iberos en las filas de Asdrúbal. La batalla de Baécula (quizá en Santo Tomé, Jaén) se saldó como la de Cissa para los intereses de Cartago. Asdrúbal consiguió huir, los púnicos fueron derrotados, otra vez Indíbil fue capturado y liberado a cambio de grandes tributos.

A la tercera no fue la vencida. El año siguiente Indíbil secundó una nueva revuelta hispana contra Roma fomentada por el cartaginés Magón. Otro régulo ibero,Mandonio de los ausetanos, que quizá era su cuñado, también acudió a la batalla que se libró en el 206 a.C. y que supuso el afianzamiento definitivo de Roma en la península. Escipión y su fiel Gayo Lelio masacraron a 20.000 sublevados en un angosto valle indeterminado de la Sedetania. Indíbil y Mandonio consiguieron huir.

La salida de Escipión a África dio alas de nuevo a la terquedad del régulo ilergete. De nuevo se alzaron los descontentos contra Roma, y de nuevo fueron derrotados, peroel manto de Lug no le cubrió en aquella ocasión: Indíbil cayó en combate yMandonio fue entregado a los romanos como parte de la rendición incondicional, muriendo ejecutado poco después.

Muerte de Indíbil

Así fue la muerte de Indíbil según Tito Livio:

Una vez que cayeron acribillados por los dardos los que peleaban en torno al rey, que se mantenía en pie medio muerto y después quedó clavado al suelo por una jabalina

NUMANCIA LA ETERNA

Nuestro archienemigo de hoy no fue un gran caudillo militar, o un héroe admirado y loado, fue un joven guerrero, un elemento más dentro de la feroz resistencia que una sola ciudad opuso a la máquina militar mejor engrasada del mundo antiguo: Numancia. Sirva este artículo como homenaje no solo al joven Retógenes, sino a los dos mil quinientos numantinos que, todos a una como la posterior Fuenteovejuna, no dieron su brazo a torcer ante el invasor romano.

Entremos en contexto. Numancia. Solo mentar aquella pequeña y terca ciudad en el foro de Roma provocaba sarpullido. Los hijos de los grandes hombres, en vez de alistarse para ganar fama y prestigio en su cursus honorum, trataban de eludir sus compromisos militares con tal de no acabar enrolados en el siguiente ejército que partiría hacia la indómita frontera hispana. Durante casi veinte años, las tribus celtíberas y arévacas se mantuvieron en clara hostilidad frente a Roma, desafiándola y ocasionándoles a los cónsules encargados del asunto derrotas y humillaciones como la de G. Hostilio Mancino que, como castigo por haber pactado con el enemigo, acabó desnudo ante los muros de Numancia.

Victoria sobre Roma

Aquel cúmulo de desastres perduró hasta que el Senado se hartó de aquella situación estancada y decidió encargarle al más prestigioso militar del momento, el flamante conquistador de Cartago, que atajase el problema hispano definitivamente. En el 134 a.C., Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto adoptivo del Escipión el Africano que tan bien nos ha recreado últimamente Santiago Posteguillo, tomó las riendas del asunto. Una vez ratificado en su cargo, y modificado el calendario para poder acometer el proyecto dentro del año que duraba el mismo, equipó 4.000 voluntarios con su propia pecunia, formando su “cohorte de amigos” con los más afines de ellos. El Senado le negó fondos para tan arriesgado proyecto, pero Escipión, con desprecio según nos dejó Plutarco, les dijo que “le bastaba el suyo y el de sus amigos”. Cuando llegó a Numancia no entró de inmediato en combate con los obstinados numantinos. Tenía mucho trabajo por delante que hacer con sus propios hombres, cuya disciplina brillaba por su ausencia tras años y años de falta de liderazgo. Empezando por expulsar del campamento a las concubinas, rameras, adivinos, buhoneros y demás parásitos del ejército que convivían con los legionarios, les aplicó marchas y maniobras con severidad, devolviéndoles a las legiones su condición de ejército. Uno de los tribunos destinados en Hispania mostró tanta entrega en recuperar la moral de las tropas que Escipión le condecoró. Se llamaba Gayo Mario. Estando en aquellas cuitas, llegó su aliado númida, el rey Yugurta, con 15.000 hombres y 20 elefantes. Aun así, sabía que no era suficiente.

Sitio de Numnacia

Siempre he sostenido que el arma letal del ejército romano no fue el pilum, sino la pala, así como que sus mejores generales fueron verdaderos artistas en el diseño de fortificaciones y asedios, como demostró Escipión en Numancia y replicaría un siglo después César en Alesia. Escipión, contando ya con cerca de 60.000 hombres frente a los 2.500 insurgentes, decidió no probar fortuna en un asalto de incierto resultado y cercar férreamente Numancia y reducirla por hambre y sed. Para ello se valió de una alta empalizada, fosos, un dique en el Duero y siete campamentos fortificados alrededor del collado en el que se levantaba la ciudad, muchos de ellos descubiertos por el hispanista alemán Adolf Schulten durante sus campañas arqueológicas realizadas entre 1905 y 1914.

Durante el largo sitio de Numancia es cuando el joven arévaco aparece en la Historia. Según nos dejó Apiano, el hambre ya apretaba y, quizá por orden del Consejo, un pequeño grupo de cinco guerreros capitaneado por el tal Retógenes burló el cerco romano valiéndose de unas ingeniosas escalas y buscó entre las ciudades vecinas apoyos para poder mantener las espadas en alto. Apiano habla de que huyeron a caballo, pero dudo que cinco jinetes hubiesen saltado la empalizada romana, y menos que no se los hubiesen comido tras muchos meses de cerco a base de una jugosa dieta de pan de bellotas y cuero hervido.

Los Consejos de Termes (Montejo de Tiermes) y Uxama (Burgo de Osma) le dieron calabazas y solo la juventud guerrera de Lutia (quizá Luzaga) les acogió como héroes y les prometió ayuda. Uno de los errores más comunes heredados de la educación de otros tiempos, y que sobrevive en algunos esperpentos televisivos ambientados en los nuestros, es pensar en una Iberia unida frente al invasor romano. Esa imagen idealizada del indígena confederado ante la potencia extranjera es completamente falsa. Ninguna ciudad apoyaba a la vecina per se, pues cada etnia o ciudad de la vieja Iberia velaba por sus propios intereses, con o contra Roma. Sirva este macabro ejemplo como prueba de ello: el propio Consejo de los Ancianos de Lutia, temeroso de las represalias del inflexible Escipión en cuanto se supiese la insurrección de los jóvenes, decidió anticiparse a los hechos y avisar a los romanos de las intenciones de sus impetuosos guerreros. La reacción de Escipión fue implacable. Las tropas romanas entraron en Lutia por sorpresa, antes de que la leva se movilizase, capturando a los jóvenes numantinos y sus nuevos aliados lutiakos. El castigo fue tan explícito como ignominioso: 400 jóvenes guerreros perdieron aquel día su mano derecha, inhabilitándolos para levantar su espada contra Roma… y poder morir en un combate honroso. No se sabe si Retógenes fue uno de aquellos 400 mutilados, pero es muy probable de que así fuese. Nada más se supo de él.

Guerreros numantinos – detalle en cerámica

Numancia cayó el 133 a.C. Tras la infructuosa y postrera embajada del consejero Avaros, en la que Escipión no aceptó ningún trato de favor en caso de pactar la rendición, sus indómitos habitantes prefirieron el efecto del tejo, el fuego o el hierro antes de acabar comiéndose unos a otros o cargados de cadenas arrodillados frente a aquel arrogante legado romano. Solo unos pocos desfilaron en el triunfo de Escipión Emiliano por las calles de Roma, desde entonces también llamado Numantino, y el resto fueron vendidos como esclavos. Tras la caída de Numancia, toda la Celtiberia se mantuvo en paz hasta que, setenta años después, un caballero tuerto e idealista incendiase Hispania en su rebelión contra la tiranía de Sila: hablamos de mi querido Quinto Sertorio.

CALGACO, EL QUE POSEE UNA ESPADA

Nuestro archienemigo de hoy pudo ser un gran jefe tribal de los pictos o sólo fruto de la inventiva de Publio Cornelio Tácito, historiador, político y yerno de Agrícola, el gobernador de Britania que llevó las legiones hasta los confines de la isla. Poco se sabe de su vida, pero su presunto discurso previo a la batalla del Mons Graupius es todo un alegato de libertad.

En el verano del 77 d.C. Cneo Julio Agrícola fue designado como gobernador de Britania. La isla se encontraba por entonces en una tensa calma. Los rescoldos de la revuelta de Boudica ya se habían apagado, pero la frontera norte se había vuelto inestable. Una nueva revuelta protagonizada por la tribu de los brigantesdurante el mandato del anterior gobernador Quinto Petillo Cerealis había insuflado aires de libertad a muchas de las tribus al norte de Eboracum (la actual York), pero Cerealis conjuró la rebelión y dispersó a los sublevados, refugiándose los irredentos muy al norte de sus tierras, en las brumosas montañas de la conocida por entonces como Caledonia (actual Escocia)

Agrícola realizó seis campañas para afianzar la estabilidad del norte de Britania, en el 78 tomando de nuevo la isla de Mona (Anglesey) y sofocando las revueltas de los ordovices (hoy Gales) y entre el 79 y el 83 se adentró casi hasta territorio picto. Ningún ejército romano había llegado tan al norte desde que César desembarcase en Britania más de un siglo antes (de hecho, hasta que la flota de Agrícola no circunnavegó Britania aquel año no estaban completamente seguros de que era una isla) Fue en esta penúltima campaña, en la del 83, cuando la Legio IX Hispana entró en contacto con nuestro protagonista de hoy.

Las tribus pictas, alentadas por los brigantes huidos del sur, decidieron enfrentarse a la amenaza que suponía un ejército romano acampado tan cerca de sus tierras. Por ello, y según Tácito, eligieron a un hombre que les acaudillara. Según el historiador romano, ese honor cayó en Calgaco, cuyo nombre en celta podría ser interpretado como calg-ac-os, “el que posee una hoja” o “el hombre de la espada”. El erudito romano lo describió como “el más distinguido de nacimiento y el valor entre los jefes“. Teniendo en cuenta que todo lo que sabemos de este hombre y las campañas pictas se basa en el De Vita Iulii Agricolae, la crónica de la vida y hazañas de su admirado suegro, bien puede tratarse de un bárbaro idealizado para mayor gloria de Agrícola. El caso es que, en un ataque nocturno, los pictos asaltaron el campamento de la IX cerca del lago Ore. El asalto fue un fiasco, pero el peligro latente que la hostilidad picta representaba para la frontera britana hizo que Agrícola se embarcase en una sexta campaña llevando sus tropas mucho más al norte en busca de los indígenas que se habían atrevido a desafiar el poder de Roma.

En la primavera del 84, Cneo Julio Agrícola movilizó a la IX y a la XX Valeria Vitrix. Se cree que sus efectivos rondarían los 20.000 hombres, dos legiones a las que se sumarían cerca de 8.000 auxiliares britanos y 2.000 jinetes bátavosque se trajo desde Germania, mientras que la coalición de tribus pictas bajo el mando de Calgaco ascendería a unos 30.000 combatientes (y digo combatientes porque los pictos acudían al combate con sus familias, así pues eran hombres y mujeres). Los pictos eran gentes bravas e indómitas. Al estar dentro de la esfera de influencia celta, la literatura y el cine nos han dejado bastantes guiños sobre su apariencia, costumbres y modos. Pelirrojos, desgarbados, desnudos y pintarrajeados de azul, acudían al combate en familia. Sus carros de guerra suponían un importante desafío para un ejército eminentemente de infantería como el romano. La palabra griega Πικτοί (picti en latín) aparece por primera vez en el siglo III a.C. y puede traducirse como “los pintados” o “los tatuados”, pero también podría referirse a una etimología popular indígena, quizá procedente del celta Pehta o Peihta (luchador)

Calgaco evitó en varias ocasiones un enfrentamiento directo con el ejército de Agrícola, que se adentró en territorio enemigo hasta llegar a un punto indeterminado de los Montes Grampianos, al norte de la actual Perth, una colina a la que Tácito llamó Mons Graupius. Allí fue donde, rompiendo con la táctica de acoso y fuga que había llevado durante toda la campaña, la coalición picta le presentó batalla al gobernador romano. Quizá Agrícola forzase a Calgaco a enfrentarse al cortarle su cadena de suministros, quizá el consejo tribal – guerrero y no estratega – se cansó de acosar y huir y prefirió entablar combate en terreno conocido. Agrícola dispuso en lo alto de una colina rocosa a sus tropas, estirando las líneas todo lo que pudo para paliar la superioridad numérica enemiga. Los auxiliares britanos conformaron la primera línea, reservándose en retaguardia a la XX Valeria Vitrix y colocando a la caballería bátava en las alas. Los zapadores de la legión dispusieron de zanjas y empalizadas que estorbasen una posible carga de carros de guerra. Por el contrario, Calgaco colocó a todos sus efectivos frente a Agrícola, concentrando la infantería en un bloque y colocando a su caballería en vanguardia. Tras el clásico intercambio de proyectiles, venablos y flechas de las dos avanzadas, se produjo el ataque de la caballería picta en el flanco derecho romano, incursión que hizo estirarse aún más la línea romana para evitar cualquier brecha.

Calgaco entendió que su oportunidad estaba en aprovechar esta maniobra para quebrar el centro y lanzó el grueso de su ejército contra la línea romana. El gran problema picto fue no intuir que la disciplina y la pala eran las verdaderas armas de Roma. Las zanjas y el terreno pedregoso conjuraron la carga de carros, mientras que las turmae de caballería bátava espantaron a sus oponentes, produciendo su desbandada un efecto dominó en el resto de tropas. Agrícola fue uno de los militares más avezados de su tiempo, y reaccionó como tal. Había reforzado su primera línea con cinco cohortes bátavas, a las que siguieron las tropas veteranas y frescas de la XX Valeria Vitrix. La desmoralización se convirtió en fuga desordenada, desatándose una persecución que se tornó en matanza y sólo la caída de la noche evitó que las tropas romanas sacasen del bosque a todo picto armado. Ante la inmensa cantidad de prisioneros que caían en manos romanas se dio la orden de matar a todo enemigo… Tácito habla de 360 romanos muertos frente a 10.000 pictos. Puede que la cifra estuviese hinchada en exceso para allanarle el triunfo a su suegro, pero no sería el primer caso de unas cifras de bajas tan dispares entre vencedor y vencido en la historia del ejército romano republicano (Lúculo en Tigranocerta, César en Pharsalia o Paulino entre Londinium y Viroconium, por ejemplo).

Nada más se supo de Calgaco; no fue hecho prisionero, ni se sabe si murió junto a sus hombres o pudo huir al interior de Caledonia, lo que sí sabemos es lo efímero y fútil que fue aquel esfuerzo militar. Sin una fuerza armada que se opusiese a Roma, todo parecía abocado a que las tierras de los pictos pasasen a formar parte de la Britania romana, pero quizá los celos evitaron que la actual Escocia se convirtiera en parte del Imperio. Poco después de la victoria en el Mons Graupius, Cneo Julio Agrícola fue llamado a Roma. El emperador Domiciano, un psicópata envidioso y despótico, molesto por los logros militares de Agrícola, le ofreció el puesto de gobernador de la pacífica provincia de África, cargo que aquel rehusó por dos veces. Su insistente negativa, sumado a los rumores de frontera de que Agrícola era el único legado capaz de solucionar el problema germano, pudo alentar a Domiciano a ordenar su muerte por envenenamiento. El caso es que Agrícola falleció durante su exilio velado en su casa de la Galia en el 93; Tácito dejó entrever que la mano de Domiciano estuvo detrás y Dion Casio afirmó sin dudas que fue asesinado por orden del emperador.

La salida de Agrícola de Britania supuso el final de las operaciones más allá de Eboracum y de las aspiraciones a llevar la frontera más allá de lo que poco después sería el Muro de Adriano. Personalmente, pienso que Escocia no fue romana por un ataque de envidia.

El discurso de Calgaco
Es muy poco probable que Calgaco soltase esta arenga a sus tropas antes del enfrentamiento que les llevaría a la muerte o el cautiverio, parecen más propias de alguien como Tácito, un erudito que ensalza a los enemigos de Roma para hacer así más gloriosas las victorias de sus legados, poniendo además en boca de un bárbaro muchos de los pensamientos que habrían servido para el guion de “Braveheart”. Señalo en negrita la frase inmortal extraída de este discurso, la frase con la que comienza mi novela Valentia y que explica la expansión romana:

Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus imperium, atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant
A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre gobernar y dónde crean un desierto, lo llaman paz

Este es un extracto del discurso que forma parte del De Vita Iulii Agricolae:

“Cada vez que examino las causas de la guerra y las dificultades que nos ocasiona, tengo la gran esperanza en que en este día vuestra unión dará lugar a la independencia para toda Britania. Las batallas anteriores, donde hemos luchado contra los romanos con diversa fortuna, nos dejaban esperanza y reserva, porque para nosotros, que no hemos sido esclavizados a ninguna de las orillas, la mancha de la opresión no enturbiaba nuestras miradas. Situados en los confines del mundo y de la libertad, este alejamiento y lejanía nos ha defendido y cubierto nuestro nombre. Pero hoy Britania está abierta al enemigo…los romanos, cuya insolencia intentaremos evitar en vano con la sumisión y la reserva. Salteadores del mundo que, tras devastar todo, ya no tienen tierras que saquear y buscan en el mar; ávidos de poseer, si el enemigo es rico, de dominar si es pobre, ni Oriente ni Occidente les ha saciado…Robar, masacrar, arrebatar, esto es lo que llaman autoridad, y vacían territorios para establecer la paz.

PRIMERA HUELGA DE LA HISTORÍA ¡¡¡¡EGIPTO!!!!

Las bajas laborales, por incapacidad temporal, le cuestan al Estado unos 7.000 millones de euros al año, si a esto añadimos que muchas empresas están contratando a detectives privados para desenmascarar casos de fraude, está claro que es un tema muy delicado y costoso. ¿Cómo la hacían en el antiguo Egipto?

Nos fijaremos, por su control y detalle, en los trabajadores de las pirámides. Antes, me gustaría aclarar que los últimos descubrimientos han dejando claro que no eran esclavos sino queestaban bien alimentados, organizados y, además, eran completamente libres. Estaban organizados por grupos de unos 40 a 60 trabajadores que podían aumentar en momentos puntuales por “necesidades del servicio“, dirigidos cada uno por un capataz y supervisando la obra un escriba. Éste, además de la supervisión, tenía también labores de administrador pues debía llevar “los papiros de la contabilidad“. Se anotaba la marcha de los trabajos, el material que se necesitaba y el que se iba utilizando… y las ausencias de los trabajadores con sus correspondientes motivos.

De entre las causas que podíamos llamar justificadas estaban:

Embalsamar a un ser querido.
Picadura de escorpiones.
Fabricar cerveza para una celebración.
Embriaguez.
Haber recibido una paliza de su mujer en una discusión conyugal…

Y aunque nos parezca sorprendente tenía más días de descanso que nosotros… los españoles: coronación o fallecimiento de un faraón, sus correspondientes aniversarios, celebraciones religiosas, crecidas del Nilo, los epagómenos (los cinco días añadidos al ciclo de 360 jornadas para completar el año solar de 365 días de los egipcios)… e incluso de la época de Ramsés III (1198 hasta 1166 a.C.) es el primer registro de una acción sindical masiva… una huelga. Según el papiro que se conserva en el Museo Egipcio de Turín las huelgas surgieron debido al retraso de las raciones alimenticias que formaban parte de los sueldos de los obreros.

Los trabajadores llevaban más de veinte días sin recibir el sustento porque el gobernador de Tebas oriental y sus seguidores habían interceptado el envío. Cuatro meses después, el conflicto se reavivó. La entrega de alimentos se había demorado de nuevo, esta vez dieciocho días, y los obreros se vieron obligados a reclamar lo que era suyo, pero recibieron partidas insuficientes. Por esta razón interrumpieron el trabajo y se dirigieron al templo de Thutmose III en Medinet Habu, donde presentaron sus quejas, exigiendo que el propio faraón fuera informado y proclamando:

(…) Hemos llegado a este lugar por causa del hambre y de la sed, por la falta de ropa, de pescado, de hortalizas. Escríbanlo al Faraón, nuestro buen señor, y escríbanlo al Visir, nuestro superior. ¡Háganlo para que podamos vivir!”


GUNDAHARIO, EL DEL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS

Nuestro archienemigo de hoy fue un personaje poco relevante para los historiadores romanos coetáneos, pero sus gestas y tejemanejes familiares se recogieron en una de las epopeyas germánicas más relevantes de la temprana Edad Media, El Cantar de los Nibelungos.

La primera pregunta es… ¿Quién fue realmente Gunther? Precisamente, a este rey legendario de los burgundios se le conoció por diversos nombres dependiendo de la procedencia de las fuentes: Gundahar para los germanos, Gúðere en nórdico antiguo, Gundaharius para los romanos o Gunnar para Anglos y Sajones. Gundahario nació sobre el 385 de nuestra era en algún lugar indeterminado del lado norte del Rin en el seno de una de las tribus germánicas menos conocidas, pero que, a diferencia de otras más reseñadas, perduraron en la memoria y topografía medieval de Europa. Los burgundios procedían del Báltico, muy probablemente de la isla danesa de Bornholm (quizá por ello los vikingos noruegos la llamaron Burgundarholmr, la isla de los burgundios), pasando sobre el año 200 al norte de la actual Alemania e integrándose junto a otros pueblos germanos en su lento camino hacia tierras más fértiles y cálidas, hacia el Imperio romano.

Gundahario

Su entrada en la Historia fue tan dramática como los terribles años en que le tocó vivir. En el crudo invierno del 405/406, una enorme confederación de pueblos germánicos aguardaba al otro lado del Rin a la espera de que se diesen las condiciones óptimas para cruzarlo y establecerse en las fértiles tierras del Imperio. Parece ser que aquel invierno fue uno de los más severos de la década y el río se heló a la altura de Mongotiacum (hoy Maguncia), lugar por el que miles de alanos, suevos, vándalos y burgundios penetraron en el limes, saqueando todo cuanto cayó a su paso entre Borbetomagus (hoy Worms) y Augusta Treverorum (hoy Trier). Este terrible momento se puede rememorar a lo grande en la estupenda novela “El Águila en la Nieve” del británico Wallace Breem.

El rey de los burgundios, en colaboración con Goar, su homólogo alano, colocó un emperador romano de su gusto en la Galia, un tal Jovino, el cual le concedió “oficialmente” en el 411 toda la ribera del Rin entre el Lauter y el Nahe, ocupada “extraoficialmente” desde el 406, quedando en manos burgundias ciudades importantes de la frontera norte como Argentoratum (Estrasburgo) o la citada Borbetomagus, ciudad donde estableció su trono permanente.

Jovino fue un manipulable senador al que proclamó emperador la nobleza galorromana y que, durante los dos breves años que duró su conato de usurpación, fue un mero títere de los dos caudillos bárbaros. Les concedió más privilegios, ciudades y tierras a cambio de su pleitesía nominal y su promesa de ayuda en caso de enfrentarse al verdadero emperador de Roma, Flavio Honorio. Aquella extraña alianza fue quebrantada por Gundahario todas las veces que quiso, realizando razzias de extremo a extremo de la antigua Galia Bélgica sin que las enérgicas protestas de la maltratada población galorromana surtiesen ningún efecto.

burgundios

La salida de los godos de Italia a mediados del 411 provocó un desequilibrio de poderes que acabó con el ataque de Ataulfo al césar usurpador, la captura de Jovino en Valentia (la Valence francesa) y su ajusticiamiento en Narbo por parte del gobernador de la Galia, fiel al melifluo emperador Honorio. Roma no estaba en condiciones de sacar a los invasores germanos de la Galia, por lo que la cancillería del emperador no tuvo más opción que ratificar el pacto de cesión firmado por Jovino, además de concederle el título de foederati. De aquella manera, en su función de aliado del Imperio, Gundahario quedó como amo y señor de un vasto territorio que acabaría siendo conocido como la tierra de los burgundios, hoy Borgoña.

Aquel ventajoso pacto con el débil Honorio no hizo más que alentar a la nobleza guerrera burgundia. Las correrías por toda la provincia se multiplicaron durante los años siguientes, creando una situación de desgobierno y terror que alarmó al más brillante y postrero de los legados de Roma. Muerto Honorio, la púrpura recayó sobre otro inútil, Valentiniano, el hijo de su hermanastra Gala Placidia. Mientras aquel regente incapaz vivía encerrado en su guarida de Rávena, Flavio Aecio tomó el control del Imperio de Occidente, manejándolo con puño de hierro. Para muchos historiadores fue el mejor militar romano de todo el siglo V. Criado como rehén en las cortes del godo Alarico y el huno Rugila, donde pasó 9 años, conocía y mantenía buenos contactos con ambas etnias. En el 433, el emperador le concedió el cargo de Magíster Militum, equivalente a una capitanía general de los ejércitos de Roma. Desde aquel año, quien pasaría a la Historia con el sobrenombre de “el último de los romanos” se dedicó a recuperar la autoridad que Roma había perdido durante el desastroso mandato de Honorio. Maestro de la estrategia, y tras frenar las pretensiones de los visigodos en la Galia usando sus intrigas, en el 436 Aecio alentó una expedición de sus auxilia hunos destinada a desmantelar el reino de Gundahario.

La campaña fue un éxito, según narraron los historiadores Prospero e Hidacio; Gundahario cayó en combate, así como miles de los suyos. Su hijo, el príncipe Gondioc, y los burgundios supervivientes fueron asentados en la región de los abetos, Sapaudia (hoy conocida como Saboya) y, años después, aquellos mismos burgundios participaron bajo las órdenes de Flavio Aecio en la última gran batalla del Imperio Romano de Occidente, los Campos Cataláunicos, derrotando a Atila y sus federados y vengándose así de aquellos otros hunos que arrasaron su reino y mataron al gran rey que los condujo desde las frías tierras del norte hasta las feraces vegas de la Galia.

hunos

Hasta aquí la Historia, pues la mitología nórdica nos aporta más detalles sobre Gunther (Gundahario). Las leyendas que forjaron el Cantar de los Nibelungos nos cuentan la tortuosa relación entre su esposa Brunilda y su hermana Krimilda, como ésta fue esposa del héroe Sigurd (Sigfrido) y de la muerte de éste por las intrigas de su cuñada. Asimismo, esta obra legendaria nos aporta una versión diferente del final de Gundahario: el rey y sus nobles fueron invitados a cenar a la corte del rey Etzel (Atila), y éste, codicioso del tesoro de los nibelungos, pues sólo aquellos conocían su preciso paradero en el fondo del Rin, ordenó que fuesen asesinados

TARENTO, LA ESPARTA ILEGÍTIMA

A finales del siglo VIII a. C. Esparta y Mesenia se enfrentaron en la llamada primera guerra mesenia, de las que habría dos más. Esparta crecía y necesitaba nuevas tierras donde asentar a su población… las fértiles tierras de Mesenia fueron su objetivo. En esta guerra no hubo batallas decisivas que decantasen la victoria por uno u otro bando, fue más bien una campaña de acoso y derribo por lo que se prolongó más de la cuenta para los intereses de los espartanos… 19 años.

La población de Esparta estaba compuesto por los ciudadanos con todos los derechos y los esclavos (los periecos, sometidos sin el empleo de la fuerza, y los ilotas, de tierras conquistadas por la fuerza). La proporción durante las épocas de paz eran de 20 esclavos por cada espartano, pero en épocas de guerra, como el ejército estaba compuesto solamente por espartanos, la proporción se disparaba. Como el conflicto con Mesenia se prolongó en demasía, la Gerusía (el órgano de gobierno), por miedo al posible levantamiento de los esclavos y ante la cuantiosas bajas sufridas, impuso la eunomia (igualdad de todos ante la ley). Durante este periodo de tiempo, en el que todos eran iguales, hubo muchos nacimientos de los llamados Parteni (hijos de mujeres espartanas con esclavos o con jóvenes guerreros que fueron enviados de vuelta a casa cuando el conflicto se prolongó, con el fin de procrear y evitar la escasez de futuros hombres).

Con la victoria de Esparta y el regreso del grueso del ejército se derogó la eunomia y los parteni pasaron de iguales a hijos ilegítimos. Ante tamaña injusticia se rebelaron, pero los espartanos sofocaron la revuelta y los expulsaron. En 706 a.C., y liderados por Falanto, llegaron al Sur de la península itálica y fundaron Tarento.

TACFARINAS, EL REBELDE DEL SÁHARA QUE NO SE DOBLEGÓ ANTE ROMA

Nuestro archienemigo de hoy fue un hombre indomable, un apasionado defensor de la libertad de sus tierras agrestes frente al codicioso invasor, un líder nato que mantuvo en jaque a las guarniciones romanas hasta que el mismo emperador Tiberio ordenó que fuese eliminado para siempre. En el largo tiempo que duró el mundo romano, no recuerdo a ningún otro caudillo tribal que acaparase la atención de cuatro diferentes procónsules, y menos que tres de ellos celebrasen su triunfo en las calles de Roma por vencer a un enemigo al que, en realidad, no habían vencido.

Comencemos por el principio… ¿Quién fue Tacfarinas? Su nombre latinizado procede del original en bereber,Tikfarin. Por las escasas fuentes clásicas que abordan su rebelión, principalmente Tácito en sus Anales, se deduce que no procedía de familia noble o acaudalada. Como muchos otros jóvenes musulani, una de las tribus nómadas de la Numidia pre-sahariana, acabó enrolándose como un jinete auxilia más de las legiones. Ya en tiempos de los Barca, la mejor caballería ligera de la Antigüedad procedía de las estepas norteafricanas: getulos, númidas y garamantes nutrían las alas de las legiones desde la Segunda Guerra Púnica.

Jinetes númidas

Pero… ¿Cómo este hombre anodino levantó durante años en contra de Roma tan vasto territorio? Desde la caída de Cartago, el norte de África siempre fue un bocado muy apetitoso para Roma, tan codiciado como posteriormente explotado. Nuestro subconsciente nos lleva a pensar en el sur de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia como lugares desolados, semidesérticos, parajes olvidados por el hombre y los dioses, pero en tiempos de los Escipiones, o de Augusto en este caso, no fueron así. Lo que Roma llamó África Proconsular o Nova, que hoy correspondería más o menos con Túnez y el este de Argelia, fue el principal granero del Mediterráneo occidental. El territorio tenía más población que Britania por aquel tiempo, rondando el millón y medio de habitantes. Entre Sicilia, Egipto y África producían suficiente trigo para mantener a todo el Imperio. La desertización severa de estas tierras proviene de la baja Edad Media. El mundo sufrió un empeoramiento climático muy serio en aquellos tiempos, el norte se enfrió tanto que forzó a los pueblos germanos del Báltico a buscar el calor de las tierras meridionales, mientras que un calor extremo en África acabó desecando las estepas de Libia y Argelia. Las descripciones de los geógrafos griegos y romanos de estos territorios nos hablan de regadíos, olivos y trigales, donde hoy solo encontramos oasis y arena.

Quizá la falta de una presión sistemática en la indeterminada frontera del sur hizo que, después de la exitosa expedición de L. Cornelio Balbo, gaditano y procónsul de África, contra los garamantes en el 19 a.C., sólo una legión controlase tan vasta zona, la III Augusta, acampada cerca de Theveste (Tébessa, Argelia) Las explotaciones latifundistas de finales de la República se expandieron inexorablemente por las tierras de pastoreo que sostenían a los nómadas, obligándoles a replegarse cada vez más al seco sur. Esta sumisión a los terratenientes o desplazamiento forzoso provocó innumerables pequeños conflictos, como el solventado por Balbo, que se saldaron con más de cinco mil victimas indígenas tras las sucesivas represiones romanas.

Theveste

La codicia y crueldad de los diversos gobernadores ayudaron a gestar el escenario perfecto para una rebelión a gran escala. La chispa saltó desde las propias filas de los auxilia. Después de pasar años de servicio a Roma, Tacfarinasdesertó. Quizá fue por una decisión impulsiva ante alguna injusticia, quizá porque su plan de insurgencia estaba ya maduro. Esto sucedió en el 15 d.C.; Tiberio llevaba solo un año como sucesor del largo y “pacífico” mandato de Augusto y, según mi hipótesis personal, estoy seguro de que hasta África habrían llegado las noticias del desastre deTeutoburgo y la muerte de Varo sus tres legiones a manos del germano Arminio, otro auxiliar nativo como él que había decidido cambiar de lealtades y vengarse de las afrentas de Roma, hecho sucedido tan solo seis años antes de su deserción. El caso es que pronto sus paisanos musulami le dieron pleno apoyo, creando con su experiencia de combate bajo las Águilas una banda de salteadores profesionales que comenzó a hostigar los intereses de Roma en la región. No estaba solo en aquellos páramos. Otro caudillo local, el mauro Mazippa, juntó fuerzas con él, pues éste régulo tribal mantenía su disputa personal con el rey títere de Mauritania, Juba II, amigo personal de Augusto y regente de aquel reino cliente. Mientras Tacfarinas organizó a su infantería al estilo romano, Mazippa se encargó de crear un cuerpo de caballería formidable con el que dar cobertura a su colega y mil quebrantos de cabeza al procónsul de África.

El gobernador en cuestión, Marco Furio Camilo, harto de las airadas protestas de los latifundistas cuyos campos eran saqueados en las recurrentes razias de Mazippa, movilizó en la primavera del 17 a la III Augusta y sus cuerpos auxiliares, en total cerca de 10.000 hombres, dispuesto a presentarle batalla al númida rebelde. El enfrentamiento se saldó a su favor, huyendo Tacfarinas hacia el desierto tras ser derrotado por la férrea infantería pesada de las legiones. Camilo se ganó un triunfo, pero el problema no se conjuró, tan solo se aplazó.
Poco después de que el tal Camilo celebrase su victoria entre vítores y aplausos, Tacfarinas volvió a la carga, continuando con su estrategia de guerrillas, tan típica en tierras africanas e hispanas. Las protestas continuaron y el siguiente procónsul para el 18,
Lucio Apronio, se vio forzado a remprender la campaña contra los insurgentes. Tacfarinas se envalentonó tras realizar varias incursiones relámpago con mucho éxito, tanto como para poner sitio a un campamento junto al río Pagyda en el que una cohorte de la III Augusta permanecía fortificada. Un centurión llamado Decrio era el primus pilus al mando de aquel contingente y, según nos lega Tácito, “consideró vergonzoso que los legionarios romanos se sintiesen asediados por una chusma de desertores y vagos”. Decrio dirigió una salida dispuesto a romper el cerco, acción que fracasó debido a la superioridad numérica de los númidas. El valiente centurión, herido de flecha en un ojo y varias partes más de su cuerpo, les ordenó a gritos a sus hombres seguir avanzando, pero aquellos, atemorizados por la fiereza de los indígenas, le dejaron morir solo y se retiraron al resguardo de los muros de su fortín. Tacfarinas, apremiado por la llegada de Apronio y los refuerzos, levantaron el cerco, pero el procónsul, cuando liberó el fuerte y supo de la conducta ignominiosa y cobarde de aquella cohorte, ordenó que se aplicase el peor castigo disciplinario del ejército romano: el diezmo. Uno de cada diez hombres murió apaleado por sus propios compañeros…

Reinos en el Norte de África

El escarmiento del río Pagyda resultó un estímulo implacable para las tropas romanas. Poco después, la III Augusta se enfrentó a Tacfarinas en Thala (Túnez, el mismo lugar donde fue vencido 120 años antes otro númida memorable,Yugurta), derrotando de nuevo a las tribus indígenas a campo abierto. Esta victoria romana le hizo confirmar a Tacfarinas su enorme dificultad de vencer según las normas de la guerra convencional a una legión romana, obligándole a seguir insistiendo en su plan de guerrillas que tan buen resultado le había dado hasta aquel momento. Para mayor cúmulo de desgracias, durante su repliegue hacia la costa fue sorprendido por un destacamento comandando por el hijo del procónsul, L. Apronio Cesanio, escaramuza de la consiguió escapar y refugiarse en losMontes Aurès, pero a costa de que el joven tribuno se apoderase de todo el botín de guerra que había amasado tras tres años de correrías. Apronio padre lo exhibió por las calles de Roma en el triunfo que el Senado le concedió por semejante hazaña. De nuevo, el problema estaba parcialmente resuelto… pero solo parcialmente.

Poco después de dicho triunfo, Tacfarinas envió un embajador a Roma, dispuesto a entrevistarse con el mismísimo Tiberio y reclamarle tierras para él y los suyos dentro de la provincia a cambio de un armisticio total. La misiva, más que una oferta de paz, era un chantaje, pues Tacfarinas advertía al emperador de que, de no aceptar dicho acuerdo, mantendría sus hostilidades de forma permanente en una guerra sin fin contra Roma. La oferta del númida era seria, pero Tiberio estalló en cólera cuando la escuchó. Tácito recoge en sus Anales que el emperador, cuya cordura y estabilidad emocional empeoró, y mucho, con la edad, dijo:

Ni siquiera Espartaco se atrevió a enviar mensajeros

El enfado de Tiberio, ultrajado de que un apestoso desertor de las legiones, para él un infame bandido, le tratase como a un igual, proponiéndole pactos de estado, le hizo no escatimar recursos para aniquilar a semejante energúmeno de una vez por todas. Obviamente, la oferta fue rechazada y el emperador encargó al Senado la elección de un comandante capaz que solventara tan feo asunto. El elegido fue el tío de Lucio Aelio Sejano, la “siniestra” mano derecha de Tiberio, llamado Quinto Junio Bleso, un veterano de las legiones con experiencia en gobernar provincias conflictivas como Panonia. Además de la III Augusta instalada en África, Bleso se llevó consigo la IX Hispana y la XV Cohors Voluntariorum desde el limes del Danubio. Entre las dos legiones, la cohorte y sus auxilia, Bleso aunó cerca de 20.000 hombres en su aventura africana. Su primera disposición fue sencilla: el perdón indiscriminado para quien desertara de la revuelta, para todos menos para uno: Tacfarinas. El nuevo procónsul, contando con el doble de efectivos que sus dos antecesores, cambió de estrategia. No buscó un combate campal en el que vencer sin exterminar a los rebeldes, sino que partió sus fuerzas en tres columnas que se adentraron en tierras númidas por tres lugares diferentes, creando un enjambre de fortines permanentes con el que cortarles los movimientos a los insurgentes. La táctica de acoso y cerco dio su fruto. En el 22 hubo nuevos enfrentamientos, el hermano de Tacfarinas fue apresado y la disidencia popular se disolvió como una tempestad de arena. Después de retirar sus tropas durante el invierno, Bleso volvió a Roma en la primavera del 23 y tuvo su triunfo, el último otorgado a alguien no perteneciente a la familia imperial; Tiberio quedó satisfecho pero, de nuevo, el problema quedó sin resolver.

El nuevo procónsul del 24, Publio Cornelio Dolabela, se encontró con la triste realidad. Tacfarinas seguía pululando por el vasto territorio fronterizo que se extendía en el límite sur de la provincia, arropado por un ejército de disidentes, y los saqueos y correrías se seguían produciendo con absoluta impunidad. Tiberio y Bleso habían pecado de optimistas y no se habían detenido a pensar que la gran fuerza del líder rebelde residía en la inmensidad del desierto y sus correosos moradores. No sólo contaba entre sus filas a los prófugos libios, númidas o africanos, sino también colaboraban con él grupos de getulos y garamantes del árido sur, etnias antepasadas de los actuales tuaregs. Hasta los mauros descontentos con el servilismo del joven y filo-romano rey Ptolomeo, el heredero de Juba II, se pasaron a la causa númida. Atacaban y desaparecían en las arenas antes de que las guarniciones romanas pudiesen reaccionar. Las cohortes todavía no usaban camellos en aquella época y adentrarse en el inhóspito interior de Libia suponía una aventura fuera del alcance de un procónsul, por muy intrépido que fuese. Para mayor impulso de la revuelta, la salida de la IX Hispana de África fue usada por la propaganda númida como acicate para sumar efectivos, argumentando que los graves problemas del Imperio en el lejano norte les obligaban a sacar sus tropas de África. Había llegado el momento de liberar Numidia del yugo romano.

Númidas

Toda esta coyuntura hizo que Tacfarinas se entusiasmara mucho más y pusiese sitio a la plaza de Thubuscum(Khamisa, Argelia), pero la rápida intervención de Dolabela desarticuló el asedio, provocando una nueva derrota indígena ante la disciplinada infantería de la III Augusta. El procónsul, más hábil que sus antecesores, no dio su sencilla victoria como definitiva hasta no capturar al líder rebelde y emprendió en persona su persecución. Valiéndose del apoyo de su aliado Ptolomeo, en cuyo territorio se había refugiado el númida, montó cuatro cuerpos de ejército bien nutridos de jinetes mauros cedidos por éste y peinó el sur de la provincia valle a valle. Un informador local avisó al procónsul de que Tacfarinas se encontraba escondido en las ruinas de un lugar llamado Auzea (Sour el-Ghozlane, Argelia) La zona era boscosa y ondulada, ideal para acercarse sin ser visto con una pequeña expedición. Así lo hizo Dolabela. Llegó hasta allí, esperó toda la noche en silencio y, antes de que rompiera el alba, los confiados númidas se despertaron de súbito con las bocinas y los gritos de la legión. Fue una carnicería. La infantería romana, tan efectiva como despiadada, mató como conejos a los insurgentes, aún medio dormidos o medio desnudos, desmontados y mal armados. Los hombres de la III Augusta no tuvieron misericordia: el rencor acumulado tras ocho ingratos años de guerra se desató aquel sangriento amanecer. Siguiendo órdenes estrictas del procónsul, los centuriones dirigieron a sus hombres hacia Tacfarinas. Primero cayeron sus guardaespaldas, después su hijo y, al final, solo y acorralado, él mismo se ensartó en la astas de los legionarios que pretendían apresarle.

Con la muerte de Tacfarinas se desvaneció el último aliento de independencia de las tierras de los musulami, quedando integradas hasta la llegada de los vándalos dentro de la provincia de África. P. Cornelio Dolabela, el verdadero vencedor del insurgente númida, reclamó su triunfo al Senado, pero su proposición fue desestimada por orden de Tiberio. Tácito intuyó la alargada sombra de Sejano tras aquella injusta decisión, pues si hubo alguien merecedor del triunfo sobre Tacfarinas, ese era Dolabela, aunque ello hubiese supuesto la vergüenza de Bleso, y peor aún, del propio Tiberio

LOS ANIMALES EN LAS LEGIONES ROMANAS

En varias ocasiones hemos hablado de animales que compartieron penas y alegrías con los ejércitos, ya sea como mascotas o participando activamente y, claro está, nunca por voluntad propia. Pero en esta ocasión vamos a tratar no de los propios animales sino de los nombres de animales utilizados en las gloriosas legiones romanas:

Tortuga (testudo): es una formación de las legiones. Los legionarios se protegen con los escudos formando un caparazón que protege el avance frente a las armas arrojadizas.

Formación Tortuga

Águila (aquila): aunque anteriormente había varias enseñas (águila, lobo, jabalí…) con la reforma de Cayo Mario en el II a.C. se adoptó el águila como estandarte de todas las legiones.

Aquila

Ciervo (cervus): estructura defensiva formada por una empalizada a la que se añaden ramas gruesas con las puntas afiladas, a modo de astas de ciervo.

Erizo (ericius): estructura defensiva en la que se enterraban troncos a los que se fijaban ganchos y púas metálicos, a modo de erizos, y se cubrían con maleza.

Cuervo (corvus): era un arma de la marina de guerra romana destinada al abordaje. De origen griego, era una especie de garfio que se enganchaba a los buques enemigos clavando en la cubierta una punta de hierro para facilitar el abordaje.

Corvus

Lobo (lupus): garfio o rejón de hierro utilizado por los defensores de una muralla para enganchar a los enemigos que intentaban escalarla para arrojarlos o dejarlos colgando.

Asno salvaje u onagro (onager): es un arma de asedio del tipo catapulta, que tenía mecanismo de torsión. El nombre de onagro es una referencia al asno salvaje asiático del mismo nombre, conocido por su mal genio y que puede lanzar a un hombre a cierta distancia de una coz, al igual que esta arma de asedio lanzaba piedras contra las murallas enemigas.

Carnero (aries): ariete.

Ariete canero

Escorpión (scorpio): era una máquina de guerra de tiro, que debe su nombre a unas tenazas parecidas a las del escorpión con que agarraba los dardos para lanzarlos.

scorpio

Carcoma (terebra): máquina de asedio para perforar o derribar murallas.

Terebra

Mariposa (papilio): gran tienda militar de campaña de la que deriva el términopabellón.

Campamento romano

Ratoncito (musculus): refugio móvil para preparar el terreno antes de atacar con las armas de asedio.

Mulas de Mario (muli Mariani): así es como se llamaba a los legionarios tras la reforma de Cayo Mario. Para no depender de las columnas de abastecimiento, que dificultaban y retrasaban la marcha, se aumentó la impedimenta de los legionarios llegando a cargar con 30 kg.

Mulas de Mario


Hubo un tiempo en que el Imperio romano tuvo cuatro emperadores en un mismo año y los cristianos eran conducidos al martirio. Los bárbaros presionaban las fronteras, y los impuestos, a las clases medias. En ese tiempo, un solo hombre logró convertirse en el dueño del mayor imperio existente, y al hacerlo cambió el mundo. ‘Martyrium’ cuenta la apasionante historia del triunfo del emperador Constantino, y con él el del cristianismo, en el siglo IV d.C. Nos adentra en el fiel retrato de un tiempo convulso de la mano de varios personajes: el destino de una mártir de Hispania, la tragedia de una cristiana en Oriente, la venganza de un ambicioso clérigo, la delicada misión de dos oficiales romanos y la gloria de un emperador que logró vencer a todos sus rivales.

MONEDAS UN TANTO CUCAS

¿Para qué servían en Roma las monedas en las que se representaban posiciones sexuales?

Posted: 31 Jan 2013 01:25 AM PST

Igual que hace poco descubrimos una moneda de Roma con la forma de un jamón, ahora tenemos las spintriae, monedas o fichas en las que se representaban distintas posiciones sexuales en el anverso y una numeración en el reverso…

spintriae

¿Para qué se utilizaban este tipo de monedas?

Las versiones más conservadoras, y menos originales, establecen que las spintriae (acuñadas en la época de César Augusto y su hijo adoptivo Tiberio) se acuñaron como burla a la campaña de moralidad que implantó César Augusto. Según Suetonio, por tener alguna de estas monedas en las que se representase al emperador en un burdel o letrina, te podían acusar de alta traición. También se dice que podrían ser fichas de algún tipo de juego.

Pero yo me voy a quedar con otras versiones mucho más originales…

Sabiendo que en Roma tenían todo perfectamente organizado -la prostitución estaba regulada por la licentia Stupri- no me extrañaría nada que hubiesen sido utilizadas como fichas en los lupanares. Al entrar al lupanar, se pagaba al leno -el propietario- el servicio contratado, éste te entregaba la spintriae que representaba dicho servicio y en la que el número del reverso indicaba el habitáculo donde serías atendido. Sobre la puerta del habitáculo estaba pintado el número y en su interior tenían una cama de mortero sobre la que se colocaba un colchón de paja o plumón; unas lucernas y una palangana para asearse eran el único mobiliario. En el de Pompeya, todavía pueden verse los arañazos en sus paredes, idénticos a las que hoy pueblan los aseos de medio mundo, mostrando frases tipo “Varinia ama a Marcelo”, “el hornero es un felón”, “Craso la tiene de un palmo” o “Cato se tira a Lucila”…

Y puestos a darles utilidades -ésta rayando lo cómico-, se dice que las spintriae también podrían haber sido utilizadas por los legionarios. En sus conquistas por medio mundo, los legionarios tenían que tratar con gentes de diferentes lenguas que eran desconocidas para ellos, así que utilizando las spintriae le decían a los prostitutas locales el servicio que querían…

spintria1

spintria2

spintria7